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Música urbana incrementa riesgo de agresividad y consumo de sustancias adictivas

Música urbana incrementa riesgo de agresividad y consumo de sustancias adictivas

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Los efectos de la música urbana y electrónica, con las cuales se identifica una parte de la juventud dominicana, son capaces de cambiar la velocidad de las ondas cerebrales alfa hacia el rango beta, provocando un estado de alerta constante, comparable al producido por las bebidas energizantes y vitamínicas.

Esto implica que el comportamiento de quienes escuchan ambos ritmos pueden verse afectados, haciéndolos propensos a manifestar irritabilidad, agresión o incrementar el riesgo de consumo de sustancias adictivas.

El resultado se desprende de la investigación realizada por las doctoras Ivelisse Maribel López Zarzuela y Esther de León Durán, en su tesis “Incidencia de la Narrativa de la Música Urbana en la Construcción de la Identidad de los Adolescentes”, presentada el pasado mes de abril para la obtención del título Magister en Psicología Clínica en la Universidad Tecnológica de Santiago.

El universo de investigación lo constituyeron adolescentes entre 10 y 20 años de edad, de ambos sexos, estudiantes de Educación General Básica y de Educación Media, residentes en el sector San Isidro, Santo Domingo Este, Provincia Santo Domingo, sin distinción de estratos sociales o de religión.

Los jóvenes que fueron encuestados poseen características específicas que no reflejan completamente las de la población adolescente en sentido general. Además excluyeron a aquellos que entre 10 y 20 años de edad no suelen escuchar música urbana, por no cumplir con los criterios del tema de investigación.
Según el estudio el 56 por ciento de la población pertenece al sexo masculino, mientras que el 44% al femenino. La mayor parte se encuentra dentro del rango de 16 – 18 años de edad, en los varones y entre los 13 -18 en las hembras. El 87 por ciento cursa la educación secundaria.

Al cuestionar a los participantes acerca de las sensaciones que les produce la audición de la música urbana, el 80 por ciento reconoció que le provoca alegría y ganas de bailar “mucho” o “bastante”; mientras que el 66.66 por ciento indicó que no se siente irritado o con deseos de golpear y el 62.22 por ciento tampoco haría lo que dicen sus letras.

Un 22.22 por ciento admitió que, por lo menos pocas veces, la música urbana les produce la necesidad de manifestar un comportamiento violento o de hacer lo que expresa la narrativa de las mismas (17.77 por ciento).

En ese sentido, -resalta el estudio- cabe la posibilidad de que no acepten abiertamente las emociones negativas o que no las reconozcan. También puede ser que tengan conciencia de ellas, pero que las atribuyan a otras circunstancias de su entorno.

Las profesionales destacan que más allá del debate creado y tomando en consideración que durante la adolescencia los jóvenes viven en la paradoja de, por un lado, querer pertenecer a un grupo y ser aceptado por sus iguales, lo que constituye un pilar importante en su vida y, por el otro, la de diferenciarse, de buscar su identidad, podemos aseverar que nuestro problema de investigación se plantea con la siguiente pregunta: ¿La narrativa de la música urbana influye en la construcción de la identidad de los adolescentes?”.

Posición de los ritmos urbanos

La música urbana ocupa un lugar privilegiado entre los gustos de los adolescentes dominicanos, pues los géneros más escuchados son el rap/hip-hop (64 por ciento), seguido del reguetón (60 por ciento), el trap (53 por ciento) y el dembow (51 por ciento). Igualmente, al 56 por ciento de nuestros jóvenes le gusta la música electrónica. Lo que menos escuchan es la música clásica y el merengue, ya sea tradicional o de calle.

Al observar la distribución de las preferencias entre hombres y mujeres, la tendencia indicó que el 36 por ciento de los varones se identifica con el trap y el rap/hip-hop; mientras que el 33 por ciento de las hembras con el reggaetón.

Esto implica que ambos sexos prefieren los sonidos duros, ruidosos y radicales, lo que resulta paradójico a la luz de las creencias socioculturales –en el caso de las hembras– relativas a que las féminas tienden a elegir sonidos más suaves, melódicos y románticos.

Sin embargo, hay que tomar en consideración que la uniformidad en las predilecciones musicales podría estar condicionadas por la vulnerabilidad de los adolescentes a las modas contemporáneas, pues no se puede dejar de lado que estos géneros musicales son producto del mercado del momento, dice el estudio.

Los varones entienden que sus gustos reflejan “mucho” o “bastante” la manera en que se divierten (35.56 por ciento), su personalidad y comportamiento (28.88 por ciento) y los amigos que escogen (24.44 por ciento).

Creen que este ritmo musical no influye o lo hace muy poco en su escogencia de lugares para frecuentar (44.44 por ciento), su forma de vestir o peinarse (44.44 por ciento) y en la imagen que proyectan a los demás, expresada en opiniones o juicios de valor (42.22 por ciento).

El estudio indica que entre los adolescentes masculinos y la música urbana existe un fuerte vínculo, puesto que desempeña un papel crucial en sus elecciones particulares, que va desde asuntos triviales hasta cuestiones relevantes para su vida, a corto y largo plazo.

De ahí se infiere que gran parte de las relaciones sociales e ideologías que establecen estos jóvenes están muy influenciadas por este género musical.

Factor identitario

La música urbana también juega un papel importante en las relaciones con sus pares, pues los varones por lo general se aglutinan en torno a sus gustos y preferencias, convirtiéndose en un factor profundamente identitario, pues los jóvenes forjan un sentido de pertenencia a un grupo con el cual comparten las gratificaciones emocionales de este ritmo musical y otras características comunes.

“Este dato correlaciona positivamente con las conclusiones de otras investigaciones, en cuanto a que el grupo de amigos les proporciona un entorno de comprensión y empatía, en el que pueden compartir sus conflictos y dificultades con personas a quienes les suceden cosas parecidas. Además, al construir juntos un ideal, encuentran valoración, seguridad y confianza, lo que incide directamente en su autoestima”, explican las investigadoras.

Destacan que el hecho de pertenecer a una subcultura o tribu urbana aunque se considera parte del proceso de búsqueda de identidad, es también una manera de descargar frustraciones o rebeldías. En los casos negativos, las tribus urbanas se proyectan socialmente como adolescentes sin ningún tipo de aspiración, drogadictos y delincuentes.

En referencia a las féminas la música urbana se relaciona sobre todo con su manera de divertirse (24.44 por ciento). Para ellas este género musical influye poco o nada con la manera en que otras personas la juzgan (37.77 por ciento), su forma de vestirse o bailar (33.33 por ciento), de ser o conducta (31.11 por ciento), los amigos que escoge (31.11 por ciento) o los lugares que suele visitar (31.11 por ciento). Es decir, primordialmente esta clase de música es un elemento de diversión, antes que un reflejo de su personalidad o comportamiento; aunque un pequeño porcentaje (13.33 por ciento) refiere sentir que revela aspectos de su forma de ser y conducta.

Adicionalmente, muchos de ellos señalaron que les gustaban “todos” o “casi todos” los exponentes urbanos. Dadas estas circunstancias, consideramos importante acotar aquí que sus referentes de vida proyectan lo siguiente:

Erickson Fernández (Mozart La Para): ha sido vinculado con el narcotráfico por la ostentación que exhibe en su vida cotidiana. Que es el único que ha sido contratado por artistas internacionales como Romeo Santos y Jay-Z.

Avelino Junior Figueroa Rodríguez (Lápiz Conciente): admite que sus letras son crudas, pero reales. Pues en su barrio es “normal” que los niños vayan a la escuela y consuman marihuana. Además cree que en la clase alta es peor, pero lo ocultan por tener “doble moral”. En los días recientes al estudio fue arrestado por colocar una foto de otro artista que posaba con niños bebiendo alcohol.

José Daniel Betances (El Nene La Amenazzy): fue detenido en Estados Unidos por supuestamente estar vinculado con el tráfico de drogas, aunque luego fue liberado.

Emmanuel Gazmey Santiago (Anuel AA): de nacionalidad puertorriqueña, al momento del estudio se encontraba preso en una cárcel federal por violación a la Ley de Armas. Sus canciones no suelen colocarse en la radio porque contienen una lírica fuerte y explícita que hace alusión al uso de armas de fuego para cometer asesinatos, tráfico de drogas y comportamiento sexual inadecuado; cuando se eliminan las palabras groseras, la letra desaparece.

La única que ha tenido difusión radial es “Sola”.
Carlos Efrén Reyes Rosado (Farruko): de origen puertorriqueño. Ha sido señalado como miembro de la organización criminal Monte Rey o el Combo de MR y con el narcotráfico.

Las neuronas espejos

Resalta la afirmación de que este fenómeno entre los fans e ídolos urbanos tiene una transcendencia especial en la época de la adolescencia, pues indica que inciden en el proceso de construcción de su identidad, (re)afirmándose en los mismos.

En ese sentido es importante hacer notar que psicológicamente los adolescentes sienten admiración y empatía por sus ídolos musicales, lo que les lleva a ponerse en el lugar de ellos y a participar afectivamente en la realidad que proyectan, emulando sus aspectos, comportamientos y actitudes.

“Esto es posible gracias a las neuronas espejo, que intervienen en la interiorización y repetición de las acciones que ven, conjuntamente con la activación del sistema límbico, que aporta recuerdos, emociones y aprendizajes previos, para interpretar la situación y dotarla de significado”, dice el estudio.

Efectos en conciertos

El estudio arrojó que en los conciertos la exaltación que produce tanto el artista urbano que se admira como la música, desinhiben los centros de control conscientes, desencadenando un estado de euforia mediado por la liberación de oxitocina, adrenalina y dopamina, entre otros; lo que, aunado a la sensación de estar inmerso con un grupo de iguales que comparten su afición, conlleva a un comportamiento desenfrenado: gritos, alteraciones, desmayos, violencia, etc. Por eso no es raro escuchar que, por lo general, terminan en desórdenes y trifulcas.

EL DATO

Urbanos preferidos

A los jóvenes encuestados se les pidió escoger de entre los exponentes urbanos que prefieren escuchar y seguir, así como la manera en que se identifican con sus ídolos favoritos. Entre los exponentes mencionados resaltan:

Dominicanos

Mozart La Para 38%
Lápiz Conciente 33%
El Nene
La Amenazzy 31%
El Alfa 29%

Extranjeros

Anuel AA 44%
Farruko 24%

El dato

Ivelisse Maribel
López Zarzuela
Psicóloga clínica, terapeuta de aprendizaje y psicometrista.

Esther de León Durán
Psicóloga clínica.

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