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Nace Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas

Nace Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas

Nace Fray Bartolomé de las Casas, 24 de agosto de 1474, en Sevilla, un encomendero español y luego fraile dominico, cronista, filósofo, teólogo, jurista, obispo de Chiapas, escritor y principal apologista de los indígenas siendo el “Procurador o protector universal de todos los indios de las Indias”, hispánica.

Fray Bartolomé de las Casas muere en Madrid el 17 de julio de 1566.

Bartolomé de las Casas acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje a América e ingresó a la Orden de Santo Domingo y en 1502 fue ordenado sacerdote. Se dedicó a la extracción de oro explotando a los indios de su encomienda.

Regresó a La Española en 1508. En septiembre de 1509 Nicolás de Ovando fue sustituido en el gobierno de la isla por Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón. En Concepción Las Casas comenzó su trabajo como doctrinero, que compaginó con su oficio de encomendero.

En 1510 llegó a la isla la Orden de los Dominicos, que a la postre fue la que mayor aporte hizo en favor de los derechos de los indios. Los primeros dominicos que llegaron a la isla fueron cuatro, de los cuales solo se conserva el nombre de tres: fray Pedro de Córdova, Fray Antonio de Montesinos y fray Bernardo de Santo Domingo. Posteriormente llegaron más, aumentando el número a ocho. Pronto empezaron a preocuparse por los derechos de los aborígenes.

La víspera del domingo 21 de diciembre de 1511 los ocho miembros de la congregación elaboran un discurso que fray Antonio fue encargado de transmitir y que defendía enormemente a los indios. Se llamó Sermón de adviento, y decía:

Para dároslo a conocer me he subido yo aquí, que yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla, y por tanto me conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual voz será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás pensasteis oír […] Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, y sean bautizados, oigan misa y guarden las fiestas y los domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en esta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos? Tened por cierto que, en el estado en que estáis, no os podéis más salvar, que los moros y turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo.

El sermón generó grandes protestas en la isla y Diego Colón se dirigió a hablar con fray Pedro de Córdoba al convento de los dominicos para que expulsara de la isla a fray Antonio o que, al menos, diera a la semana siguiente un discurso más suave, que apaciguara los ánimos. Gran sorpresa fue que, al domingo siguiente, el discurso fue mucho más beligerante por los indios y dio cinco principios: que las leyes de la religión están por encima de las leyes de los particulares y del estado, que no existen diferencias raciales ante los ojos de Dios, que la esclavitud y la servidumbre son ilícitas, que se debía restituir a los indios su libertad y bienes y que se debían convertir a los indios al cristianismo con el ejemplo.

Varios encomenderos y religiosos se quejaron al rey Fernando el Católico y le solicitaron la expulsión de los dominicos. El provincial de los dominicos de Castilla, Alfonso de Loaysa, , llegó a pedir a fray Pedro de Córdoba que dejasen esa actitud, porque corrían el riesgo de que la orden fuera expulsada del Nuevo Mundo.. Desde La Española fue enviado a España un representante de los encomenderos, el franciscano fray Alonso de Espinar, y los dominicos mandaron a Antonio de Montesinos. El rey Fernando los escuchó a los dos y ordenó que se hiciera una junta para estudiar la situación de los indios. De esta junta, reunida en Burgos en 1512, y de la posterior en 1513, surgieron las primeras normas para defender a los nativos, y con todas las normas posteriores pasaron a constituir las Leyes de Indias, , la primera legislación de derechos humanos de la historia. Aunque su aplicación en el Nuevo Mundo era muchas veces pasada por alto.

Tras aquel Sermón de adviento a Las Casas se le negó la absolución debido a que en esa época aún mantenía su repartimiento indígena.

 

El Nacional

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