Opinión

Nada nuevo bajo el sol

Nada nuevo bajo el sol

El reciente suicidio de un ingeniero contratista de la Oficina de Ingenieros Supervisores de Obras del Estado (OISOE) llamó la atención de la prensa nacional e internacional, al descubrirse que en esa entidad opera una especie de mafia que extorsiona a los profesionales de la ingeniería, reteniéndoles las cubicaciones para que se vean obligados a enredarse con prestamistas que luego los presionan.

El ingeniero David Rodríguez García, quien construía una escuela pública, no resistió el acoso de los prestamistas y se pegó un tiro, no sin antes dejar una nota acusando a dos colegas de extorsionarlo y que hoy están presos.

Ese caso no es el único, pues en los últimos años no hay día en que no se denuncien actos de corrupción en organismos estatales, sin que la Justicia actúe como se debe. Hasta ahora, según recordamos, solo un ex funcionario vinculado al cobro de impuestos fue acusado y condenado por los tribunales al encontrársele culpable de corrupción.

El caso de los ingenieros beneficiarios con la construcción de obras del Estado y a quienes no se les cumple no es nuevo. En la época de Balaguer, más de uno se suicidó por deudas contraídas para terminar las obras asignadas. Otros en igual situación quedaron en el aire al rescindírseles los contratos, porque no consiguieron los recursos que necesitaban para cumplir con sus compromisos contractuales.

Nadie sabe cuáles son los mecanismos que se mueven, aparte del dinero por supuesto, para que todos los jueces parezcan estar vendados, igual que la Justicia, para no ver cómo la corrupción se lo lleva todo. A veces uno piensa que sería mejor que la Justicia se quite la venda y actúe con conciencia, haciendo cumplir la Ley.

No es mucho lo que el pueblo pide. Sencillamente quiere Justicia, porque todo el mundo sabe que la corrupción corrompe no solamente las instituciones, sino que doblega la moral pública, como si fuera el cuento de nunca acabar.

Los políticos no se dan cuenta de que la sociedad dominicana parece una olla de presión, que podría estallar si se le sigue aumentando la candela. Uno no quisiera que eso ocurra, pues las consecuencias serían imprevisibles, pero la situación ha llegado a tales extremos que mucha gente piensa que no habrá otra salida.

No hay que olvidar que la revolución de 1965 no solo se debió a la aspiración común de retornar al orden constitucional, sino también por la corrupción entonces prevaleciente, cuando gobernaba un ciudadano que quería aferrarse al Poder a toda costa. Esto quiere decir que no hay nada nuevo bajo el sol.

El Nacional

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