Opinión

Napoleón, Bolívar ¿y Duarte?

Napoleón, Bolívar ¿y Duarte?

El gran Napoleón Bonaparte, una de las figuras más importantes de la historia de la Humanidad, murió en la isla de Santa Elena tras su derrota frente a una poderosa coalición en la batalla más famosa de todos los tiempos: la de Walterloo, específicamente en el Mony Saint Jean, en Bélgica.

Era el año de 1815, y así se apagaba la luz brillante de este coloso del siglo 19 y de “todos los tiempos y latitudes”, que perdió una batalla que el genial Víctor Hugo, en su estudio en torno a ella, dijo que “no fue una batalla sino el cambio de frente del Universo”.

En Santa Elena, donde se le permitió tener todo un séquito y las facilidades que merecía un gigante como él, había un comandante inglés a cargo de la custodia, vigilancia y cautiverio de tan ilustre titán. Ese jefe militar inglés se llamaba Hudson Lowe.

Y su verdadera misión era la de envenenar lentamente al Emperador, con la coloración de uno de los generales que fueron con Napoleón a Santa Elena.

De esa manera, el gigante que gobernó Francia y dominó el mundo por 15 años, fue envenenado con pequeñas pero sostenidas dosis de cianuro que eran introducidas en sus comidas. Nada de cáncer de estómago ni úlcera, sino el asesinato que planificaron sus enemigos, con el malvado Metternich a la cabeza.

Cuando sus restos fueron exhumados por órdenes de su sobrino Napoleón III (el único hijo de Napoleón, procreado con la princesa austríaca Marie Louise fue asesinado por la combinación de Mettenich y Wellington), se sospechó mediante pruebas limitadas que su muerte fue causada por un veneno.

Posteriormente, las pruebas hechas a parte de sus cabellos a través del conocido “carbono 14” confirmaron la presencia en su organismo de huellas del veneno. Otras pruebas más sofisticadas lo han confirmado.

Bueno, el caso es que ahora se exhuman los restos del Libertador Simón Bolvar, quien admiraba a Napoleón, pero no era correspondido por éste, para determinar si murió, como dice el reporte original, víctima de la tuberculosis.

Se dice que el prócer Juan Pablo Duarte también murió de esa enfermedad, pero no hay nada definitivo, sobre todo tomado en cuenta que el Padre de la Patria no sólo tuvo una ausencia de 20 años de suelo criollo, sino que murió en Caracas. Al repatriar sus restos y después moverlos de la catedral Primada de América Santa María la Menor al Altar de la Patria y de allí al monumento napoleónico que construyó Balaguer, nunca se hizo nada parecido a lo que se hizo con Napoleón y ahora se hace con Bolívar.

Hagamos lo mismo con Duarte. La Memoria Histórica.

El Nacional

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