Opinión

Navidad a la DNCD

Navidad  a la  DNCD

Cuando era pequeña el énfasis de mi abuela en la Navidad estaba en el nacimiento. Se construía realmente una ciudad, con lomas, flora y animales, y los lagos eran espejitos. Para llegar a la gruta donde estaba María con el niño y San José, había literalmente que transitar por todo Jerusalén, hasta llegar a Belén.

El arbolito era un accesorio más, y tenía bombillitos grandes y de verdad y unos alargados llenos de agua que al calentarse hacían burbujas. Había aguinaldos y durante diciembre a eso de las seis una despertaba con “Alegre vengo de la montaña”. Se hacía jengibre y se brindaba a los cantantes. Todavía había país y éramos “felices e indocumentados”.

Esta Navidad ha transcurrido con apenas una alegría: el veto presidencial al Código Penal que penaliza el aborto terapéutico, noticia que se diluye en el escenario internacional donde la desgracia anda, como aquí, sino en patanas en camiones de gran volumen.

Estaba en proceso de animarme y decorar mi casa, cuando una unidad de la Dirección Nacional de Drogas detuvo en una redada a uno de los trabajadores que está laborando en la terminación de los baños de mi apartamento. Como él solo tenía doscientos pesos para llegar a su casa, cuando el agente le metió las manos en los bolsillos para cogerle el dinero se rebeló.

Ello significó todo tipo de golpes, su apresamiento y que le colocaran nueve gramos de crack en los bolsillos, lo cual provocó que yo pasara mi tarde de ayer en la Fiscalía, al lado del Palacio de Justicia Ciudad Nueva, explicándole a un acomplejadamente defensivo fiscal lo que había acontecido y que se trataba de un hombre de trabajo con seis hijos.

Estas redadas no son nada nuevo, ya que en Capotillo un grupo de jóvenes le explico a una delegación del Congreso cómo la DNCD en sus operativos detiene a jóvenes que nada tienen que ver con las drogas y si ellos y sus familias no tienen dinero para pagar su rescate los meten presos hasta por dos y tres años.

Las madres testimoniaron también los asesinatos de sus hijos, donde el estilo sigue evidenciando la psicopatía de los agentes antidrogas, como meterle un revolver en el ano a un detenido, dispararle, y luego rematarlo disparándole a la columna y tirando el cadáver en una camioneta.

Como siempre he escrito la reforma policial no es un problema legislativo: es psiquiátrico, y hasta que no se someta a los agentes a pruebas psicológicas y se expulse a los enfermos, la DNCD será vista como un ejército de sicarios cuyo fin es enriquecerse en base a extorsión y crimen, sobretodo en Navidad.

El Nacional

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