Opinión

Ni carisma ni petróleo

Ni carisma ni petróleo

El venezolano sabe qué es vivir bajo una cruel dictadura, porque lo ha experimentado en carne propia. Primero con Juan Vicente Gómez y después con Marcos Pérez Jiménez.

Tal vez por temor a que se repitiera la experiencia con la Revolución Bolivariana impulsada por el fenecido presidente Hugo Chávez había comenzado a moderar el entusiasmo con que respaldó un proceso que en su despunta irradiaba muchas luces, pero que también proyectaba sus sombras al mirar hacia el anquilosado modelo cubano, en tanto hacía todo lo posible para enemistarse de manera gratuita con Estados Unidos.

Los norteamericanos tienen sus defectos y han cometido sus grandes pecados capitales. Hasta ellos lo han reconocido. Los dominicanos sensatos jamás podrán olvidar la intervención militar de 1916 y muchísimo menos la de 1965 para impedir el retorno al sistema institucional tras el derrocamiento del triunvirato que usurpaba el poder después del golpe al Gobierno del profesor Juan Bosch.

Pero también hay que reconocer que es la nación con uno de los mejores sistemas educativos del mundo. Un estadounidense, además de su alta escolaridad, posee amplios conocimientos, muy por encima de cualquier latinoamericano. Ese ambiente es lo que ha posibilitado que un grupo de jóvenes haya desarrollado, como expuso el expresidente de Costa Rica, Oscar Arias, consorcios como Apple, Microsoft, Facebook, Google y otros grandes emblemas.

Con el carisma que se le reconocía y los precios del petróleo todavía bastante elevados, Chávez pudo ganar las elecciones de 2012, pero para esa época ya la oposición se había convertido en una fuerza importante al alcanzar un 44.97%, arrebatándole al oficialismo estados emblemáticos.

El desgaste del modelo político se sintió con más fuerza en los comicios de 2013, que ganó el hoy presidente Nicolás Maduro con una diferencia apretadísima de un 50.66% contra un 49.07% de sus rivales, que postularon al liberal Henrique Capriles.

Sin la válvula de oxígeno que representaban los cuantiosos recursos de los precios del petróleo y una economía diezmada las perspectivas del oficialismo se tornaban más inciertas. Al convocarse las elecciones para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional la derrota que sufrió fue aplastante.

La oposición se alzó con 112 escaños, mientras el oficialismo, que recurrió a todo tipo de acciones represivas, apenas ganó 47. Desde ese momento Maduro apeló al último recurso que le quedaba para preservar el poder: la fuerza.

Como puede verse la caída del chavismo no ha sido por falta de carisma ni por el desplome de los precios del petróleo. Ni tampoco por la incidencia del imperialismo. Ha sido por desacuerdo con el modelo político.

El Nacional

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