Opinión

Ni las cucarachas vivirían

Ni las cucarachas vivirían

Rafael Grullón

Una de las secuelas de la Segunda Guerra Mundial fue las dos Corea, el único lugar donde se cumple la utopía de Ricardo Arjona “Si el Norte fuera el Sur”, porque paradójicamente no es en el Norte, sino en el Sur donde florece la vida

No sabemos cómo ha evolucionado el estilo de vida en Corea del Norte hasta el día de hoy, pero al desaparecer como arte de magia en la década de los 90 el llamado Bloque del Este capitaneado por la otrora Unión Soviética, la diferencia entre Corea del Norte y Corea del Sur comenzaba por el hogar, el cual en el Sur es un instrumento ideal para desarrollar la familia, mientras en el Norte lo han convertido en una célula para practicar la reminiscencia del “socialismo”.

Las viviendas de los surcoreanos son propiedad privada de las familias y en el Norte son del Estado. Los que viven en el Sur tienen libre elección en el matrimonio, los norcoreanos, no. Los dirigentes políticos son los que califican para las mejores parejas.

El noviazgo en el Norte es efímero, las relaciones prematrimoniales están prohibidas y el Sur el noviazgo toman su tiempo y constituyen el preámbulo para el futuro conyugal.

Los norcoreanos sufren la racionalización del vestido, cuyos modelos son uniformes sin tomar en cuenta el gusto de la persona y con esfinges de Kim Il-Sung.

Los surcoreanos visten al último grito de la moda, comen lo que se les antoje, mientras en el Norte el apetito tiene que adaptarse a lo que dice el cupón estatal.

En Corea del Norte no existe la empresa privada, y el cargo depende de la adhesión y lealtad al Partido.
En Norcorea no hay libre elección de comida ni de esposas.

La comunicación es estatal, por lo que no cabe la crítica al gobierno, no existe la publicidad comercial y los receptores de radio y televisión funcionan con sintonizadores fijos de emisoras, sin opciones para escuchar la voz del extranjero.

Se necesita permiso especial del gobierno para la gente desplazarse en el interior del país y salir hacia el exterior.

Cuando creíamos que nos habíamos librado de la amenaza nuclear en las que no quedarían vivas ni las cucarachas, como decía García Márquez, así es el reino en el Corea del Norte de Kim Jong-un, montado en el mito del padre, de quien se dice que “empezó a caminar cuando tenía sólo 3 semanas, habló a los 2 meses de vida; gastaba 700.000 dólares al año en coñac, y tenía un Ejército de esclavas sexuales”.

El Nacional

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