Opinión

 Nixon y Escobar

 Nixon y Escobar

El escándalo Watergate, la investigación periodística que en 1974 provocó la renuncia del presidente Richard Nixon, constituye uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de este oficio. Pero hay muchos otros, entre las cuales bien vale incluir el caso de El Espectador, de Colombia, para desenmascarar en su momento a uno de los criminales más bestiales, figura que acumulaba una gran fortuna y era reverenciada por su sensibilidad social.

 Se trata de Pablo Escobar Gaviria, quien, mientras eliminaba sin piedad a sus rivales, ordenaba asesinatos y estimulaba intrigas, al mismo tiempo construía casas para los pobres, estadios de fútbol y diseñaba una imagen de hombre respetable en la política y el mundo empresarial.

Escobar ostentaba una curul como congresista cuando El Espectador comenzó a dar cuenta de su falsa filantropía y del siniestro origen de sus recursos. Y el Congreso colombiano, aunque vaciló en principio, no tuvo más que despojarlo de su inmunidad y ordenar una investigación que sacó a relucir el imperio criminal que controlaba.

De no ser por la misión de la prensa, el poderoso capo podía haber escalado hasta a la Presidencia de la República gracias a esa sensibilidad que mostraba, entre otros, con los más necesitados de Medellín. En Estados Unidos, el sistema político no se tambaleó ni ocurrió crisis alguna, sino que resultó más fortalecido después de la renuncia de Nixon. Y la Colombia de hoy, que incluso ha borrado el estigma de cuna del narcotráfico, dista mucho de aquella en que reinaban criminales y falsos ídolos como Pablo Escobar.

Y todo gracias a  periódicos como el Washington Post y El Espectador, que cumplieron y pusieron por encima de otros intereses su función de informar con responsabilidad. Son casos que han de tenerse siempre presente no solo como referentes del buen periodismo, sino en aras de un sistema en que las reglas no estén determinadas por el poder o el patrimonio.

El Nacional

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