Opinión

No es en la sábana

No es en  la sábana

Los síntomas sobre la enfermedad que ha impedido a la Policía cumplir con sus funciones de preservar el orden público y la tranquilidad ciudadana datan desde hace tiempo. Pero siempre suelen brotar cada vez que un agente se ve envuelto en un caso que estigmatiza la imagen del cuerpo, como el suceso, que conmovió a la población, en que fue muerta durante un intento de atraco la estudiante Franchesca Lugo.

Como ha sido tradicional, la causa del comportamiento policial se ha buscado en la propia institución y no en el sistema social que crea y reproduce las acciones que protagonizan los agentes. Y la solución es regularmente la consabida reforma, que se presenta como panacea para convertir el cuerpo en modelo de eficiencia. La reacción no solo delata la gran hipocresía que abunda en el medio, sino en una manera de la clase política espiar sus propias culpas.

La reforma integral de la Policía puede ser muy necesaria, pero no es garantía per se de que con ella se acabará la criminalidad y la delincuencia. Los agentes se involucran en esos males, en que intervienen factores políticos, económicos, sociales, culturales, educativos y de otra índole como parte de un sistema que los genera. ¿Acaso no se critica con frecuencia de que en este país se ha desarrollado una cultura en que los jóvenes quieren hacerse ricos de manera fácil y rápida, sin el menor esfuerzo?.

La Policía necesita una profilaxis, pero también la Cámara de Diputados, el Senado, la Procuraduría General de la República, los tribunales y todos los entes que tienen que ver con el orden público y el sistema social. Mientras la Policía esté tan permeada por la politiquería, en lugar de un cuerpo independiente, al estilo Brasil, Argentina o España, para solo citar algunos casos, no es verdad que cumplirá con su misión a cabalidad.

Presentar la reforma como una suerte de panacea no es más que un engaño. Demostrado está de que nada valen las leyes, sino se cumplen. Y lo que se ha visto por aquí es una gran impunidad, que también tiene sus efectos como caldo de cultivo para que algunos agentes incurran en actos delictivos. Particularizar el fenómeno no es solucionarlo, sino, por las razones que fueren, evadir responsabilidades.

Una reforma no tendrá mayores efectos si no se revisa todo el sistema social. La Policía procesa todos los vicios que corroen al sistema, aunque en el caso de sus agentes sean visibles por los crímenes, abusos y atropellos a que se han prestado. El caso de Franchesca es un signo de alarma, no únicamente en torno a las condiciones de un cuerpo, sino de un modelo en que los principios han quedado relegados y la vida ha perdido su valor. La fiebre no está en la sábana.

El Nacional

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