Opinión

No somos Haití

No somos Haití

Bajo el criterio de que la isla es única es indivisible, consagrado en la Constitución de Haití, los habitantes de ese país han intentado apoderarse de nuestro territorio en varias ocasiones, y una prueba irrebatible es la última avalancha que se ha registrado por la frontera, convirtiéndose en un proceso de haitianización, en todos los espacios de nuestra geografía nacional, toda vez que los haitianos ilegales ocupan provincias calles y avenidas.

La presencia de los indocumentados, es más notoria que la de los dominicanos en los lugares públicos, pues el desbordamiento masivo en los últimos años, y el incremento de los meses recientes, tiene límites tenebrosos que atentan contra nuestra soberanía nacional y supervivencia como país libre.

El ejército haitiano ha comenzado a reorganizarse, y desde hace algún tiempo, y sus futuros integrantes reciben duros entrenamientos, mientras nuestros soldados se convierten en cómplices del trasiego ilegal, a cambio de unas cuantas monedas, desconociendo la gravedad de sus acciones.

La no intervención y la autodeterminación de los pueblos, son principios consagrados en el derecho internacional, y contenido en numerosos tratados, siendo la República Dominicana signataria de los mismos. Entonces, pues, por qué hay que permitirle Haití que invada la nación, sin tirar un solo tiro, como ocurrió en el año 1822? Cada ciudadano debe empoderarse para enfrentar el desafío de que sucumbamos ante unos vecinos depredadores, proclives a crímenes horripilantes, disfrutando de la mutilación de sus víctimas, exhibiendo un salvajismo nunca visto en nuestro Continente Americano.

Las frases “por pipa “, como trulla” o “en caravana “son las más usadas entre los habitantes de las provincias de Dajabon, Elías Piña, Pedernales e Independencia, prácticamente demarcaciones ocupadas por haitianos ilegales, cuya cantidad excede es más de un 70 por ciento a los nativos, donde predomina el idioma y las costumbres haitianas. Un senador de la zona fronteriza afirmó que el país ha perdido más de tres mil kilómetros de su territorio.

Un haitiano deportado durante los últimos operativos de Migración, expresó que retornaría, pues “yo le pago 50 o 100 pesos al guardia y entro”, y es por esa realidad axiomática, que se impone la necesidad urgente de construir un muro, para que los haitianos puedan estar en su habitad, gobernados por fuerzas foráneas, una práctica que ha imperado en las últimas décadas, dado que allí no existe Estado, y por vía de consecuencia, no hay reglas de orden público ni en las relaciones entre particulares.

Las repatriaciones deben seguir de manera sistemática, a los fines de que nuestras ciudades y campos estén libres de haitianos ilegales. En Santiago, por lo menos en el polígono central, ya no se observa la presencia de haitianos ilegales, y esperamos que en gran Santo Domingo, apreciemos el mismo panorama, eliminando los negocios informales.

El Nacional

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