Opinión

Nos toman de tontos

Nos toman de tontos

Las reacciones ante la migración haitiana tienen multiplicidad de causas. Pocas desvinculadas de prejuicios contaminantes. Innegable que el hecho de ser haitianos, con la carga que conlleva, influye en actitud ante el problema. Eso es tan condenable como inhumano.

El plan de regularización, que en nuestra situación es casi sinónimo de haitianos, con el que nadie debe estar en desacuerdo, no fue decisión espontánea de nuestras autoridades. ¿Quién escuchó citarlo en campaña como parte de su oferta electoral? Algo tan trascendente, ni se tocó, prueba que no se contemplaba.

Fue resultado del intento por revertir el terrible daño que en muchos aspectos ocasionaría al país la nefasta sentencia 168. No puede olvidarse que ante una acción incoada por una frágil mujer, dotada de pruebas que la avalan como dominicana, el Tribunal Constitucional aprovechó la ocasión para despojar de la nacionalidad de forma retroactiva, desde 1929, a miles de dominicanos, bajo un retorcimiento obsceno del concepto de tránsito aplicado a sus padres que tenían mucho tiempo residiendo en esta tierra, traídos por el gobierno y provistos de documentos.

Tan absurdo fue ese fallo, que no quedó más opción que abolir sus consecuencias y admitir la condición de nacionales de sus afectados. Pero la solución resolvió un problema y creó otro: La nación no tiene manera de aplicar con rigor este plan sin que se evidencien las falsedades que se escudan detrás de él y eso expondría la verdad de la situación:

Primero, ambos Estados han sido responsables de esta realidad. Y ha ocurrido por conveniencia recíproca tanto de gobiernos, como de sectores empresariales beneficiarios de un tráfico de mano de obra ilegal y barata, con todas las consecuencias de eso.

Segundo, es falso que la economía dominicana esté en capacidad de prescindir de forma inmediata de trabajadores que, aun se diga lo contrario, aportan al PIB más de lo que le sustraen. ¿Está el gobierno y el empresariado en disposición de asumir el incremento en el costo de tantas cosas si hay que sustituirlos por trabajadores regulares?

Tercero, hay conveniencias políticas de los dos lados con la preservación de este montaje de peligro externo para generar una cohesión interna que genere apoyo a quien asuma la supuesta defensa de la soberanía.

Es un ardid para tontos. Si quieren probarnos lo contrario, bastarían estas acciones: Riguroso control fronterizo. Regularización total de extranjeros. Deportación inmediata de quienes no apliquen. ¿Se animan a hacerlo?

El Nacional

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