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NOVELISTAS DE RD

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Giovanni di Pietro ¿Un genio o la crítica retorcida?   

 
Al crítico literario italiano Giovanni di Pietro me lo imagino llegando a Santo Domingo. Me causa una emoción romántica ver a dos o tres dominicanos recibiéndole, haciéndole la necesaria y obligatoria corte. El, franqueado por dignos sucesores de Guacanagarix.

 
Me lo imagino respirando la brisa tropical, (en el pasado sus compatriotas combatían así el escorbuto y la tisis), dejando atrás la atmósfera de una Italia liderada por un payaso como Silvio Berlusconi o de una cercana estirpe. Visualizo a algunos escritores quisqueyanos procurando entablar una amistad, soñando que aquel italiano, quien comparte nacionalidad con Dante y Vito Corleone, pudiera en el exterior proyectarlos. Ah sí, Italia, salir de la isla. Internacionalizarse. Otras cosas veredas y bellas.

 
Pero bien, a di Pietro se le ocurrió un día, quizás en medio de mulatos y francachelas y cervezas, que estudiaría la novelística dominicana. Fue ágil en iniciar su disección. Tomó su escalpelo y empezó a abrir la piel de la narrativa, que es como natural, tiene su pus, su sangre vieja, pero también una correntada vital de la roja. Si Vito Corleone se valió de la ametralladora o la extorsión para avanzar en el bosque de la mafia, Di Pietro, corto ni perezoso, se avitualló con una acre pluma, con un tono de desenfado, para hacerse sentir en nuestra fauna literaria. Esto causó ronchas, incomodidades.

 
Di Pietro desde entonces ha movido la coctelera literaria. Acabar. En eso se resume su ejercicio. Eso genera circo. Eso hace que se amplíe el auditorio. Mientras más golpea más se le admira. Mientras más tortura más veneración causa en el torturado que traga humillación y polvo.

El canon estético de Di Pietro para cribar lo bueno de lo mediocre en nuestra novelística es sospechoso, se presta para hacer inevitables conjeturas. Elige como mejores novelas las que no han tenido un público amplio; selecciona como estupendos novelistas a quienes se les hace difícil atrapar a un lector desde la primera línea, quienes están ahogados por las disquisiciones.

 
No creo que Roberto Marcallé sea el mejor novelista del país en la actualidad. Ni tampoco que Andrés L. Mateo puede ser colocado en el sitial que él dice. Marcallé es un narrador al que el bosque de la espesa narración se ha tragado. Abunda mucho, es ahorcado por los ripios, llena páginas y páginas mientras el lector se aburre, bosteza.
En lo que respecta a Andrés L. Mateo, se nota una dificultad para hacer que la narración fluya, que camina en el universo narrativo a tropiezos. Una cosa es llamar la atención como articulista, y otra es enfrentarse al oficio de novelista. Como ensayista tiene fuerza, pero como narrador le falta magia.

 
¿A partir del cual canon estético decide la genialidad o no de una obra el muy sui generis Di Pietro? Marcallé no se destaca por el uso estilizado del idioma o por crear una estética que sorprenda. Tampoco es el novelista que atrape, que da perfiles específicos a sus personajes. En lo que a mí respecta, se me hace difícil seguir la trama.
Por ponerle un ejemplo, un novelista como Pedro Antonio Valdez, relativamente un imberbe frente a ellos, ha aparecido y se los ha llevado entre las patas…

 
Habrá a quien le gusta la obra de Marcallé o L. Mateo. Pero es arbitraria la selección y descalificación que hace Di Pietro de otros novelistas. Hasta el momento la estrategia le ha resultado. Decir una estolidez en medio de un escenario no deja indiferente a nadie.

 
Elegir a Mateo y a Marcallé es como echarle una vaina a los demás narradores, los que abrazan –en términos literarios hablando- un mayor vuelo. Nada tiene que ver con el tema que elija escribir un artista para que determinada obra alcance la consagración o la calidad soñada. Céline colaboró con los nazis y nadie niega que sea un genio, aunque haya sido proscrito de escenarios oficiales. La discusión con Di Pietro debería terminar desde que uno se entera quienes a su juicio son los mejores novelistas dominicanos., y que hay que ser contemporáneo para ser tomado en cuenta.
Si lo que quería era convertirse en un enfant terrible de la crítica dominicana, quizás lo ha conseguido con un lenguaje que camina a tientas pero irreverente.

 
Hay que ser un gran especialista para desenvolverse con tanta destreza entre la descalificación y el barro. Creo que Di Pietro ha seguido al pie de la letra un plan magistral. Se ha regido por un guión que a veces no tiene fallas. Ha lanzado descalificaciones contra casi todo el mundo, y claro le ha caído hasta a quien se lo merece. En el bosque literario dominicano se ha metido el italiano, y sin duda, se ha desenvuelto con las garras de un verdadero “tíguere”, pues sabe que cuando no se tiene talento hay que desgarrarse aparentándolo.

El Nacional

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