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Nuestra caverna literaria y la falta de humor

Nuestra caverna literaria y la  falta de  humor

Cada vez tengo mayor certeza de que una de las pruebas fehacientes de nuestro subdesarrollo es la manera de cómo se conducen y comportan muchos de nuestros poetas y escritores. Y no sólo me refiero a su falta de naturalidad y al escaso humor que recorre por sus venas, afectadas ya por arterioesclerosis. No, sino también a su particular estilo de enclaustrarse en la gravedad y en la pose.

Me fascina la libertad y la desfachatez con que muchos escritores extranjeros tratan los temas más espinosos y se relacionan con el mundo y sus congéneres. Verbi gratia: Ante la invitación que le hiciera el presidente argentino Fernando de la Rúa al fallecido Ernesto Sábato, autor célebre de El Túnel, éste le respondió que no iría, pues “no quería y estaba cansado de hablar mierda”.

Este humor, del cual hacen gala los más humildes comensales de esa nación, me hace recordar otra anécdota de la madre del cantautor Facundo Cabral cuando el presidente Carlos Menem le pidió qué quería que él le regalara, y ella le dijo con genial gracejo: “Sólo quiero que me deje tranquila, que no me joda nadie”.

Pero más genial, quizás fue la abuela del sin par poeta y cuentista Jorge Luis Borges, quien cuando se celebraba su cumpleaños número 90, pidió excusas a la concurrencia, porque a su sentir ya había sobrepasado el tiempo normal de vida, es decir como que ya “se le había ido la mano”.

El propio Borges en cierta ocasión, cansado de las constantes amenazas de la que era objeto, le dijo él sitio donde estaba y le aseguró que “si lo mataba le hacía un favor pues le evitaba los rigores de llegar a viejo”. El hombre jamás llamó.

Es de rigor mencionar la anécdota de un guarda de un ómnibus citado por Julio Cortázar en “La vuelta al día en ochenta mundos”, cuando le gritó a un señor de aire importante que hacía tintinear interminablemente la campanilla para bajarse: “Acabala che, que aquí estamo ónibu, no a la iglesia”.

Claro no me imagino a ningún escritor dominicano rechazándole una invitación a un Presidente. Tampoco a un escritor o poeta quisqueyano refiriéndose con humor a que ha vivido ya mucho tiempo.

Y ni hablar de los cómicos y humoristas del patio de un turpén mofándose: esos nada más se burlan de los débiles, de los maricas pobres, de los negros. Esos tipejos del chiste fácil no hacen humor al mejor estilo europeo, que consiste en burlarse de los de arriba, de la burguesía, de los que lo tienen y controlan todo. Ignoran que el humor contra el débil es una metáfora del abuso.

Estas consideraciones vienen por un simple motivo. La forma en que veo a los poetas nuestros discurrir en las ciudades, en las bibliotecas en las calles, en las más sencillas presentaciones.

Recientemente se me había comentado que el poeta Alexis Gómez Rosa, quien sus textos acusa un humor interesante, andaba por las calles de la Zona Colonial como alelado, sin mirar para los lados y saludando a la gente de lejos, evitando que se le acercaran. El motivo es que como funge de funcionario cultural tiene miedo de que le pidan un empleo. Cuestión que pude comprobar yo mismo.

El poeta Gómez debe entender que el que tiene la papa asegurada debe saludar por cortesía mínima al que no la tiene o al que anda desesperadamente buscándola. Es una esplendidez y elegancia que como poeta no debe negarle al otro. Además es parte de la poesía que hay que vivir en esta media isla de miserias.

Sé que es incómodo estar recibiendo peticiones y hasta acumulando hojas de vida de desarrapados sociales. Sé que el desempleado es una birria. Muchos de los que babean por un empleíto son hediondos escritores o trabajadores culturales.

El poeta Alexis no debe cogerse las cosas y el cargo tan a pecho y no hacer como el finado Pedro Peix que no miraba a nadie y quien creía que el mundo giraba a su alrededor. Y quizás tiene que ver esta actitud con el alma de los poetas isleños. Para navegar esta media isla hay que ponerse los pantalones del humor, de otro modo, tendremos que andar perpetuamente con los ridículos pantalones de la seriedad, de una gravedad que es tan poco artística. Recomiendo al poeta Gómez que salude a la gente, que se relaje un poco, que hay gente que ha tratado de acercarse simplemente a saludar y no a mendigarle. Aunque sé que ya El Chapulín Colorado está muerto, que Superman anunció su muerte en un cómic de antología, apelo a que aparezca un superhéroe y nos salve de la actitud grave y ceremoniosa de algunos personajes.

En el caso del poeta Alexis, le recomiendo abandonar el stress, mirar a la gente de frente, y decirle que la nómina está llena y que hasta que no caiga la próxima nevada no habrá más nombramientos y seguir amablemente su camino, tan campante como Johnny Walker.
Mientras yo, que creo en el humor, pido que de la seriedad y arrogancia algún ser mutante nos rescate.

El Nacional

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