Opinión

Nuestras debilidades y fortalezas

Nuestras debilidades y fortalezas

Las dominaciones, acontecidas en tiranías, traen toda suerte de lacras sociales con su secuela de infortunios. Putas gloriosas, muchachos malcriados y engreídos, canallas disfrazados de santurrones, rufianes patéticos, cómplices codiciosos afanados en sustraer la mayor parte del botín, ladrones descarados y solapados, hipócritas y mentirosos, remisos seductores de retardada voluptuosidad, bufones, payasos, oportunistas, rentistas desbocados, en fin, toda suerte de individuos dañados, despersonalizados unos, y redimidos en su elemento, en su verdadera identidad, los más.

La dignidad sale sobrando, disfuncional e inútil. El respeto se detiene en la frontera de los intereses. El bien común suena hueco, la justicia social forma parte de esa ristra de lemas recurrentes en campañas proselitistas donde la creatividad e imaginación son artículos de lujo. El decoro, ¿qué es eso, con qué se come eso? La seriedad es pieza descolorida y enmohecida, guardada en museos también abandonados, amén de sus rancios servicios.

Importa un bledo que unos infelices dementes se pudran en un manicomio que no sirve para otra cosa que no sea esconderlos en un vertedero, apartados de una sociedad insensible, cuyas energías se diluyen en denunciar y combatir gobiernos parecidos a sus aspiraciones y frustraciones. La confrontación entre las apetencias, lo cual degenera, inevitablemente, en claudicación. Lamentable cuadro.

Los días de la resistencia se han ido con las esperanzas. Sobran motivos, sin embargo, para subsistir donde las ilusiones y los sueños se vuelven irrealizables. Inmolarse, ¿para qué? ¿Quién, carajo, merece tener la dicha de vivir en democracia, con justicia, respeto y el amor por los que no ha luchado? Arrebatarles el fuego a los dioses no fue fácil para Prometeo. Además de su fuerza física tuvo que ser inteligente y astuto, y así romper la inercia y vencer el mito de que el poder no se delega ni se entrega, se retiene a toda costa.

Titanes, de entonces y de ahora, logran alcanzar su estatura cuando van más allá, marchan delante con firmeza y determinación. Buscan en las calles lo que se les ha escamado entre la rutina, en talleres, conucos, oficinas y aposentos. Las ideas, el coraje y la indignación surten efecto en la masiva presencia de almas unidas en un propósito. Razones hay de más para tomar las calles y recuperar la esperanza perdida. Recordar que las tiranías se pierden en el abuso, la confianza excesiva y la insensibilidad. Ajenas a todo cuanto acontece fuera de sus intereses, se tornan cada día más vulnerable. Detectar dónde es el reto.

El Nacional

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