Opinión

Nueva vez el embajador Brewster

Nueva vez  el embajador Brewster

No hay que extrañarse de que personas de la llamada sociedad civil y de los partidos de oposición en lugar de asumir el discurso de la no intervención en nuestros asuntos, se tomaran para ellos la demanda del diplomático, como quien dice “al embajador se le respeta”, por lo que comenzaron a hacer señalamientos de casos de corrupción, y de este modo, dieron un gran espaldarazo al “amo del norte”.

Esta gente ya no quiere guardar ni siquiera las apariencias, y se olvidan que una parte importante del pueblo sensible, observa su conducta, sus intereses y sus alianzas predilectas.

Por no separar los intereses nacionales de los particulares, esta gente carece de un discurso claro, de identidad nacional, digno de ser asimilado como opción para el porvenir dominicano.

Es así como están labrando su eterno destino, el de la oposición, esperando desde allí, que USA le tienda las manos para sus proyectos futuros o inmediatos, y en aras de esto, han perdido todo sentido de dignidad y autoestima, conceptos que, al parecer, denigran por considerarlos pasados de moda en el mundo de la globalización, aunque estos sean valores perdurables.

Igual desconcierto nos envuelve cuando el mismo comportamiento asumido por los sectores arriba indicados, los han acogido algunos periodistas y comentaristas de diferentes medios, principalmente de la televisión.

Estos profesionales cuya incidencia en televidentes y radioyentes es innegable, tendrían una excelente oportunidad para edificar a la ciudadanía, pero han optado por un análisis que busca el lado más amable para el embajador.

Estos analistas en lugar de destacar la trayectoria de desafío e irrespeto que, como si fuera un fiscalizador, ha llevado el señor James Brewster desde su arribo a República Dominicana, no actúan con objetividad a pesar de que todo está muy claro.

Esa prensa no está confundida, sabe lo que busca y a quién complace con su modo de análisis tendenciado. El coqueteo con el embajador es obvio, y el modo de hacer causa común con este señor, es simplemente patético.

Si el presidente Danilo Medina y sus más lúcidos colaboradores hubiesen actuado con apego a la Convención de Viena, (relativa a las funciones de los embajadores, o diplomáticos) declarándolo persona “non grata”, como muchas personas lo sugirieron desde el inicio, hoy no tuvieramos el espectáculo de un embajador sublevado, desafiante e indelicado, y fuera muy distinto el panorama.

 

Por: Nieves Lidia  Emeterio Rondón lidiamelania@claro.net.do

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