Opinión

Nuevo embarazo infantil

Nuevo embarazo infantil

Esta vez, se trata de una niña de 10 años que está siendo tratada en la unidad para cuidados a menores embarazadas, del Hospital Regional Juan Pablo Pina, en San Cristóbal, donde el 25% de los embarazos, dicen allí, es de adolescentes.    

El director del hospital, doctor Miguel Ángel Geraldino, cuenta que “la institución le está prestando cuidados especiales a este embarazo debido al alto riesgo que el mismo significa para la salud de la niña y para la criatura fruto del embarazo”. De acuerdo con sus declaraciones, debido al alto número de adolescentes embarazadas en la región, el hospital ha tenido que crear una unidad especial en donde se les da seguimiento a estos casos.

También dice que “la niña está en los primeros meses de gestación y que es atendida de manera especial por un equipo de galenos designado por el centro, a fin de poder llevar a feliz término ese embarazo”. Estas declaraciones reafirman el gran impacto de un embarazo para la salud, tanto de la madre preadolescente, como para el hijo o hija que va a tener, lo que debiera constituirse en la mayor razón para implementar una adecuada educación sexual preventiva y promotora de conductas sexuales responsables entre la población adolescente.

Razones sobran para impedir que una niña de 10 años mantenga un embarazo, desde su integridad física y síquica, hasta las consecuencias de por vida, si sobrevive, y se conforman los argumentos necesarios para interrumpirlo, más aún si agregamos razones delictivas, probables en este caso, como incesto y violación, presentes en un alto porcentaje como causales de embarazos en preadolescentes.

La anemia y el síndrome hipertensivo, conocidas como las complicaciones más frecuentes en el embarazo infantil, la morbilidad maternoinfantil, presentan consecuencias graves y muchas veces insuperables que si no matan, dejarán en la niña secuelas permanentes con restricción de su expectativa de vida. Por otro lado, el 100% de las adolescentes embarazadas, en este caso, apenas entrando en la adolescencia, desertan de los programas escolares, reforzando un círculo de pobreza como futuro para las que sobreviven. 

Cuando el sistema de salud habla de redoblar esfuerzos para estos casos, en nuestro país, no incluye la posibilidad de desembarazar a una niña de 10 años, con cuerpo y mente inmaduras para afrontar responsabilidades y esfuerzos físicos a esa edad, con lo que el mismo sistema, se convierte solo el testigo, y cómplice,  de un proceso vital para la niña obligada a asumir la maternidad.

Y si esta otra niña de San Cristóbal fuese la tuya o la mía, ¿qué haríamos?

El Nacional

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