Con la juramentación de las nuevas autoridades del Partido Revolucionario Dominicano y la escogencia de su candidato presidencial, esa organización política emprende un camino hacia la conquista del poder, pues su cohesión interna y del entusiasmo de sus miembros, le abre las puertas para obtener ese propósito.
Desaparecida de las contradicciones intestinas y las discusiones bizantinas, el PRD presenta un nuevo rostro y su línea principal está trazada en continuar como el principal partido de oposición, sin que nadie pueda regatearle las conquistas democráticas logradas, a través de su firme lucha en las últimas cinco décadas.
El “buey que más jala” exhibe una hoja de positivos servicios al país, la cual comenzó a escribirse con la asunción al poder del profesor Juan Bosch, en el año 1963, inaugurando el primer ensayo democrático que apenas duró siete meses, víctima de un golpe de Estado.
Posteriormente, bajo el liderazgo del doctor José Francisco Peña Gómez, el más influyente político que ha incidido en el curso de la historia contemporánea, el PRD asciende al poder, llevando a la presidencia de la República, a don Antonio Guzmán Fernández.
Durante el mandato del presidente Fernández, se abrieron las cárceles para los presos políticos mediante una ley de amnistía, que también permitió el regreso de los exiliados durante la férrea dictadura de Joaquín Balaguer, quien cercenó las libertades públicas y sembró de cementerios el territorio nacional.
La selección del Ingeniero Miguel Vargas Maldonado como candidato presidencial del partido blanco, y el cierre de conflictos con otras entidades, marca la ruta para empinar al PRD hacia senderos victoriosos que redundarán en beneficio de las masas irredentas.
Lo que ahora se impone se mantener la disciplina y el trabajo sistemático para sumar adeptos y mantener una política coherente, alejándose de las disensiones que puedan desviar el trabajo tesonero que se ha realizado para enrumbar al PRD hacia una cancha electoral que resulte ganancioso.
