Opinión

Nunca jamás

Nunca jamás

Orlando Gomez

Después de ver el experimento moderno de la democracia que ya se ha extendido por unos 239 años, es difícil sacar conclusiones respecto de normas o modelos ideales para asegurar su mejor ejercicio.

Para cosas tales como el tiempo de duración de los mandatos, la reelección congresual, la reelección presidencial, la democracia directa, la democracia parlamentaria entre otros puntos nos resultaría difícil encontrar un consenso sobre cuál es su mejor adaptación. No obstante lo anterior, si algo resulta evidente partiendo desde el punto de vista de la experiencia dominicana es que al menos en el caso de nuestra democracia necesitamos desesperadamente el “nunca jamás”.

Desde el inicio de la democracia moderna en nuestro país, los dominicanos hemos elegido un total de 6 personas para dirigirlo para un promedio de unos 8 años y 4 meses por presidente aproximadamente.

Si se excluye la alternancia auto-impuesta del PRD de los 80s, el promedio sería de 10 años y seis meses por presidente. Pero no es la duración de una persona en el cargo lo que luce realmente pernicioso, es lo que ha ocurrido después de manera persistente.

El PRSC aún en los períodos que no estuvo en el gobierno giró alrededor de la figura del Dr. Joaquín Balaguer, tanto así que existió el slogan de que “mientras Balaguer respire, que nadie aspire”.

El resultado del Balaguer-centrismo fue que al producirse su muerte el reformismo cayó sobre su propio peso sin liderazgos internos ni estructuras de base que mantuvieran la unidad del partido. De haber existido un “nunca jamás” el PRSC hubiera estado forzado a preparar una sucesión a Balaguer si no en 1982 ciertamente para el 1996 y no fuera el “zombie” político que es hoy.

El PRD por su lado, sin la existencia de un José Francisco Peña Gómez que pueda arbitrar de forma medianamente efectiva entre las cabecillas internas, ha sucumbido ante el problema de la inexistencia del “nunca jamás”. Hoy el PRD “oficial” carece de poder político relevante gracias a su división, y el nuevo “PRM” apenas logró obtener cierta relevancia antes de volver a caer en el mismo problema de la inexistencia del “nunca jamás”.

Destrozados dos de los partidos más importantes que tenía, hoy la República Dominicana observa preocupada como la inexistencia del “nunca jamás” empieza a hacer sombra sobre el único partido mayoritario estable que le queda en el PLD.

Es claro que presentes y futuros “ex Presidentes” de la nación van a preservar un poder sensible dentro de sus partidos debido al peso de sus funciones. El problema surge cuando ese poder no está limitado por un “nunca jamás” que le impida a estos a cerrar el paso al ascenso de nuevas figuras en el partido, o que les quite la posibilidad de seguir pulseando espacios políticos con nuevos o viejos aspirantes.

Es difícil saber si todo esto es un “bluff político”, si estamos haciendo una transición a una democracia pluripartidaria o si estamos siendo testigos de un quiebre dramático que nos lleve a pasar por algo como Venezuela.

Lo que sí me queda claro es que nuestra democracia no va a poder sostenerse de forma sana en el tiempo si no decidimos sentar un definitivo “nunca jamás” que permita la evolución de sus partidos junto a la de la sociedad.

El Nacional

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