Opinión

¿Odio a los haitianos?

¿Odio a los haitianos?

El Sermón de las Siete Palabras, compartido por igual número de sacerdotes, fue dedicado a defender la masiva inmigración ilegal haitiana, con su secuela de daños que se traducen en espeluznantes crímenes y delitos que se registran sin castigos, pues sus autores cruzan la frontera y se refugian en su país, donde reciben protección.

Una inmigración que hiere el corazón de la Patria, no puede ser defendida por los sacerdotes intervinientes, porque divide la familia dominicana zaherida decenas de veces por las huestes haitianas que han intentado en 14 ocasiones arrebatarnos nuestra independencia, cometiendo todas clases de tropelías e incluso siendo los actores de la horripilante escena del degüello de unos 25 niños en una iglesia de la provincia de Moca.

Aprovechar el espacio de la celebración cristiana del Viernes Santo, para llenarlo de odio y crear conflictos innecesarios, fue una actitud desafortunada, dado que añade un ingrediente a la difícil situación que se vive en estos momentos, por la invasión pacífica de dos millones de haitianos, que no tienen papeles para entrar y permanecer en el territorio.

Quien suscribe y su familia somos católicos, educados en un colegio salesiano, y nunca hemos renunciado al catolicismo, pese a los horrendos desafueros incurridos por nuestra iglesia a través de los siglos, que se ha visto precisada a pedir perdón por crímenes perpetrados a su nombre, y aún en nuestros días, los sacerdotes ocupan el primer lugar en pedofilia, aberración que nos afecta por la violación de varios niños, donde hay varios sacerdotes involucrados en esa infame infracción, incluyendo un representante del Vaticano.

Los curas escogieron un escenario sagrado, y un día de veneración a Cristo, para prestarse a una campaña que pretende fusionar la isla, eliminar nuestra identidad y desaparecer nuestra soberanía. Ellos (los sacerdotes) necesitan una renovación sacerdotal, y no hay mejor lugar para un retiro que enviarlos a Haití, donde pueden predicar por las injusticias perennes que marcan a su la clase gobernante.

En nuestro país no existe odio ni xenofobia contra los haitianos ilegales, toda vez que no hay otra nación en el mundo, que haya sido tan generosa como la República Dominicanos, que hemos permitido la haitianizacion de la mayoría de los servicios, y acogemos sus mujeres parturientas, en desmedro del presupuesto de salud destinado para combatir las enfermedades de los nativos.

El Nacional

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