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Ojeda expresó el deseo de que lo enterraran en la entrada del Monasterio de San Francisco

Ojeda expresó el deseo de que lo enterraran en la entrada del Monasterio de  San  Francisco

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Bajar la cabeza como el toro derrotado, fue el gesto humillante de Alonso de Ojeda, al expresar su deseo de que fuera enterrado en la entrada del Monasterio de San Francisco, para que todos los que penetraran al convento pisaran sus huesos.

Sintió el arrepentimiento por los cientos de indios muertos durante sus incursiones en el cacicazgo que dominaba Caonabo.
Con esa decisión, que era en él una necesidad emocional, el conquistador buscaba el perdón por los errores cometidos en el pasado.

Cuentan que en los últimos cinco años de su vida vivió triste y deprimido luego de fracasar en el viaje a la Nueva Andalucía. Tras ese revés, se retiró en el monasterio de San Francisco, en donde murió en 1515.
La última voluntad de Ojeda fue que lo sepultaran bajo la puerta principal de ese monasterio, para que su sepultura fuese pisada por todos los que entraran a la iglesia, como pena por los errores que cometió en su vida.

Exhumado
Estuvo enterrado allí hasta 1892 cuando debido al deterioro sufrido por el monasterio a través de los siglos, fue exhumado y trasladado al antiguo convento de los dominicos, que fue convertido en Panteón Nacional.

El acto de búsqueda y exhumación fue realizado por Federico Henríquez y Carvajal y Emiliano Tejera, en su calidad de representantes de la Comisión Dominicana del Cuarto Centenario de América, encargados de investigar cuanto condujera a dar con la sepultura de Ojeda en la Iglesia de San Francisco.

También participaron en esa comisión, Andrés Gómez Pintado, en su calidad de secretario de la Comisión Española en Santo Domingo; José María Díaz y Antonio Geraldino, en sus calidades de representantes de la Junta de Caridad que manejaba el monasterio; Eduardo Soler, ingeniero civil; el inspector de obras municipales José María Bonetti y José María Arredondo fueron testigos de ese acontecimiento.

Esto se puede comprobar por el acta levantada por el Notario Público, licenciado José Joaquín Pérez, en fecha primero de agosto de mil 1892 de la cual un original fue encomendado a la custodia del Arzobispado de Santo Domingo.

Restaurado

En 1942 el monasterio fue restaurado y declarado monumento histórico nacional. Luego de esa declaratoria, Ojeda fue trasladado a su tumba original en este monasterio.
El acto notarial del traslado de los restos del convento al monasterio tiene fecha 12 de octubre de 1942, está firmada por el abogado notario licenciado Julio Hoepelman, servicio que fue a requerimiento del canciller de la República, licenciado Arturo Despradel.

El jefe de la diplomacia dominicana encabeza la Comisión organizadora de los actos para conmemorar “el noveno cincuentenario” del Descubrimiento de América, comisión que fue creada por el presidente Rafael Leonidas Trujillo.
Los restos fueron entregados en el convento de los dominicos por el obispo Octavio Beras, secretario del Arzobispado de Santo Domingo, en representación de la curia superior; el reverendo padre Federico Malquínez, rector del Seminario Conciliar y capellán de la Iglesia. Además, se encontraba Pedro Purcell Peña, director del Protocolo, en representación de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores; Emilio Rodríguez Demorizi en representación de la Academia Dominicana de la Historia y José Antonio Bonilla Atiles, en representación de la Comisión Organizadora de los actos conmemorativos del noveno cincuentenario del Descubrimiento de América. Estaban colocados en una pared de la Iglesia con una loza de mármol que tenía la siguiente inscripción: “Alonso de Ojeda, Restos exhumados del Monasterio de San Francisco e inhumados aquí el 6 de Diciembre de 1892. R. 1. P.”.
Una vez sacados fueron colocados en un armón del Ejército Nacional para conducirlos al monasterio de San Francisco.

Traslado

La comisión que hizo el traslado estaba integrada por Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, expresidente de la República, Ramón Emilio Jiménez, en representación de la Academia Dominicana de la Historia; doctor Bienvenido García Gautier, por el Comité del ]Faro de Colón y Juan Tomás Mejía, por la Academia Dominicana de la Lengua.

En el desfile hacia el monasterio situado en San Antón, de la Ciudad Colonial, participaron altos funcionarios civiles y militares, miembros del cuerpo diplomático y consular, así como miembros de las academias de Historia y la Lengua.

Cuando el desfile se acercó a las ruinas del monasterio, las andas fueron tomadas por el secretario de Estado de la Marina de Guerra y comandante del Ejército, Hector Bienvenido Trujillo Molina; el canciller Arturo Despradel; Víctor Garrido, secretario de Estado de Educación y Bellas Artes y Manuel Acal y Marín, enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario de España ante el Gobierno dominicano, quienes llevaron la urna con las cenizas del conquistador hasta su antigua tumba, una cripta subterránea elaborada de piedras vivas a la entrada de la puerta de las ruinas con una tapa de bronce removible.
Los restos quedaron bajo la custodia de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores.