Editorial

No olvidar

No olvidar

La Fiscalía de Polonia ha apresado al sacerdote católico Wojciech Gil (Padre Gil), acusado por el Ministerio Público dominicano de abusar sexualmente de al menos nueve niños mientras se desempeñó como cura en la parroquia de Juncalito, Santiago.

Con toda razón, el procurador general, Francisco Domínguez Brito, ha dicho que el crimen que se le atribuye a ese sacerdote constituye un hecho que ha golpeado en lo más profundo a la familia dominicana, por lo que la justicia polaca debería imponerle la pena máxima de prisión.

Otro sacerdote polaco, el exnuncio Józef Wesolowski, también fue acusado de pedofilia, pero al igual que su compatriota evadió la justicia dominicana al refugiarse en el Vaticano, cuyas autoridades adelantaron que no sería repatriado, ni tampoco extraditado a República Dominicana.

La pedofilia está tipificada como un crimen de lesa humanidad, por lo que en la persecución de depredadores sexuales no existen barreras geográficas ni jurídicas, en razón de que todos los estatutos relativos a la cooperación internacional protegen en primer orden la integridad de niños, niñas y adolescentes.

La sociedad dominicana ha sido ofendida y gravemente agredida por el obispo Wesolowski y el padre Gil, por lo que ningún estamento judicial ni diplomático debería descansar en la tarea de lograr que esos depredadores sean condenados de manera ejemplar.

El Papa Francisco ha prometido que el exnuncio polaco refugiado en el Vaticano sería juzgado penalmente por los crímenes que se le imputan, tan graves y pesarosos que la impunidad sería como una ignominia para la Santa Sede.

El procurador Domínguez Brito ha dicho que fiscales dominicanos viajarían a Varsovia, si son requeridos para sustentar la acusación de pedofilia contra el padre Gil y lograr que sea condenado al menos a 12 años de prisión por el crimen que se le imputa. El Ministerio Público debería también apresurar diligencia para que el Vaticano procese al obispo Wesolowski.

La dominicana es una sociedad pequeña, sin influencias económicas ni políticas en el mundo, pero dotada de suficiente dignidad como para reclamar y lograr que Polonia y la Santa Sede condenen severamente a un cura y un obispo acusados de abusar sexualmente de niños, ofensa que no se borra ni se olvida.

El Nacional

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