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ORTO-ESCRITURA

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Los símbolos en la literatura

 

Gracias al símbolo, determinados entes abstractos adquieren corporeidad a través de objetos, animales y otros elementos dotados de materia, a los que cuando asimos nos parece tocar, y a veces llegamos a venerar, la entidad representada por esos seres y cosas.

Hay símbolos muy generales, casi universales, como la cruz, cuya importancia simbólica trasciende el cristianismo. Quizá no para todos, el color blanco simbolice la pureza, pero es amplia la masa de público que así lo estima. Hay símbolos más específicos de una cultura o una región, como el dragón para las culturas orientales, por ejemplo.

Pero muy cierto es que los símbolos permiten la comunicación incluso entre personas de diferentes códigos lingüísticos. Cual que sea la lengua que se hable, se entiende en el cuervo, por ejemplo, un símbolo de la maliciosidad y hasta de la traición.

En esta breve exposición haré hincapié en un elemento cuya elevada dimensión simbólica alcanza gran universalidad. Me refiero al crepúsculo, específicamente el vespertino. El Diccionario de la Real Academia Española lo define de este modo:
1. m. Claridad que hay desde que raya el día hasta que sale el sol, y desde que este se pone hasta que es de noche. 2. m. Tiempo que dura el crepúsculo.3. m. Fase declinante que precede al final de algo. El crepúsculo del verano, de la vida.

No me parece muy clara esta definición, pero me deja ver que el crepúsculo ofrece un chorrito de luz cuando el sol aún no asoma su rostro, si es de mañana, o si el astro ya se ha cubierto de nubes, al atardecer.

Al crepúsculo mañanero llamamos aurora o alba y al vespertino se denomina ocaso. Sinónimos de esta palabra son: anochecer, anochecida, atardecer, caída de la tarde, decadencia, declinación.

Una enciclopedia en la web apunta el siguiente concepto metafórico: “estado de una cosa o una persona que camina a su desaparición o ruina o que está ya en período de descenso de su valor, vigor o energías.”

Los poetas de todo el mundo se han ocupado preferentemente del crepúsculo vespertino para simbolizar la opacidad, la tristeza, la vejez o el final de la vida.

Los griegos y egipcios antiguos vivieron convencidos de que el Occidente, el lado por donde se oculta el sol, es lugar de malos espíritus, que allí se sitúa Satanás. La muerte del Sol equivale al reino del diablo, pensaban.

Juan Eduardo Cirlot, en su Diccionario de símbolos (Siruela, Madrid, 2014), le da entrada al vocablo crepúsculo con la siguiente anotación:

“El crepúsculo se distingue, pues, por esa indeterminación y ambivalencia, que lo emparenta con la situación espacial del ahorcado y de lo suspendido, entre el cielo y la tierra. Respecto al crepúsculo vespertino, se identifica con Occidente (el lugar de la muerte)”. Pág. 155.

El autor agrega varios hechos de la mitología relacionados con la muerte, ocurridos en el occidente. “…pues el lugar (y la hora) del ocaso, por ser el extremo terminal de un proceso…es también el origen de un ciclo nuevo”.

El símbolo se yergue sobre el objeto o realidad material que lo representa y el significado trasciende al significante. Un ruiseñor o una rosa serán para muchos simplemente un pajarito y una flor, así como la mitra del obispo será sólo un tocado alto con dos picos.

En la próxima entrega veremos la significación del crepúsculo a propósito del “Poema de la hija reintegrada”, de Domingo Moreno Jimenes.

El Nacional

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