Opinión

Otra víctima

Otra víctima

Se aproximaban las nueve de la noche, cuando nos sentamos para cenar en el comedor. De pronto, oímos la verja estremecerse. Ana corrió de inmediato vociferando improperios; raudo, corrí tras ella todavía con el cubierto en la mano.

María yacía tirada en suelo. Sorprendido, sólo vi cuando dos mozalbetes enclenques huían en una motocicleta de bajo cilindraje, acelerada con presteza. María, que regresaba de impartir clases en la universidad fue acosada a la entrada de la marquesina por dos rateros que le decían: “pásala, pásala”, halando la correa de la cartera colocada en derredor del hombro de su brazo izquierdo. Luego de pasado el intento de asalto ella contó cómo, en cuestión de segundos, los dos cacos se le acercaron con sigilo en la moto. Llevaba en ambas manos dos fundas cargadas de alimentos de una compra.

Uno de los ladronzuelos, el de la parte trasera, se desmontó y le apuntó al cuello con el cañón de un revólver. Inteligentemente, para hacerles la tarea más difícil a los ladronzuelos, optó por estrellarse contra la verja, a la vez que se tiraba al suelo.
Sobre el suceso en perjuicio de mi pareja, quien vive en Santo Domingo Este, se comenta que no se materializó porque supuestamente, su hija Ana, quien corrió de inmediato en auxilio de su madre, fue reconocida por el ladrón que blandía el arma. Al yo correr hacia la dirección de los pillos con un cubierto en la mano tal vez éste relumbró y que, como llevaba una franela color gris que semejaba a la de un militar, es posible que, sorprendidos, emprendieran la huida.

El Nacional

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