Opinión

Otro toque de atención

Otro toque de atención

Tal parece que en República Dominicana se cumple tan rigurosamente con los deberes, que todo está en orden divino, para que ni se reflejen los efectos de la creciente tormenta contra la corrupción que en la región y otras latitudes ha derribado presidentes, vicepresidentes y expresidentes, además de poner tras las rejas a influyentes funcionarios públicos, prominentes empresarios y dirigentes políticos.

El ejemplo más reciente acaba de ocurrir en España, donde el gobernante Partido Popular fue condenado al pago de 245,492 euros, en una sentencia histórica, por beneficiarse de una trama corrupta. Antes habían sido condenados por acciones ilícitas la hermana del rey Felipe VI, la infanta Cristina, y su esposo.

Con una caterva de escándalos impunes, el caso de España debería por lo menos llamar la atención por estos lares, porque no solo se ha condenado a empresarios y dirigentes políticos por el entramado de sobornos y la adjudicación irregular de obras, sino al propio partido en el poder.

Solo la responsabilidad y el concepto de que los intereses colectivos están por encima de las ambiciones de poder hicieron que la justicia española se llenara de gloria al enfrentar un auténtico sistema de corrupción institucional, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias. No se olvida que en los inicios de la investigación el presidente Mariano Rajoy declaró que la “trama que se investigaba no era del PP”, sino contra el PP.

Pero España es solo otro eslabón de la larga cadena contra la corrupción que recorre este lado del Atlántico. De todos los casos, los sobornos y sobrevaluaciones del consorcio Odebrecht son, por sus devastadores efectos, los más neurálgicos.

Sin embargo, en República Dominicana, que fue el segundo país después de Brasil donde la compañía dijo que pagó más sobornos y donde operó la denominada caja b que se creó con ese propósito, la investigación para establecer responsabilidades se ha tornado tan extensa que más que optimismo lo que ha generado es pesimismo. Cuando en otros países han caído presidentes y vicepresidentes, como en Perú y Ecuador, por aquí no hay en prisión una sola persona.

Para ni siquiera inmutarse con el tsunami y lo que acaba de ocurrir en España las autoridades tienen que sentirse tan seguras que les importa un camino que el Diablo se lleve a Dios. No puede ser de otra para que tantos escándalos estén todavía impunes.

Casos como los de Odebrecht, los aviones Tucano, el Consejo Estatal del Azúcar (CEA), la Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses (Omsa) y el negocio con los terrenos del barrio Los Tres Brazos, para solo citar los más sonados, superan con creces los delitos por los que España está al borde de una crisis política.

El Nacional

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