Opinión

¿Partidos en extinción?

¿Partidos en extinción?

Son pocos los historiadores dominicanos que se han atrevido a aseverar que la organización fundada por Juan Pablo Duarte, La Trinitaria, fue el primer partido que conocimos quienes estábamos llamados a ser dominicanos a partir del 27 de febrero del 1844.

 Aunque no hay muchos documentos históricos con relación a las actividades de esa organización secreta,  que hacía los preparativos de nuestra independencia, por suerte, el prócer José María Serra nos dejó en sus apuntes datos valiosos que muestran que la Trinitaria tenía principios y normas establecidas, que le daban carácter auténtico de partido político.

En los momentos actuales, los dominicanos tenemos que ver con impotencia,  cómo los intereses partidarios se imponen a los derechos de ciudadanía, al dejar anquilosada una ley de partidos que deberá fortalecer  el sistema de partidos políticos. Ante tanta

irresponsabilidad, surge una obligada pregunta: ¿Están los partidos políticos en extinción?

 Dado el escaso desarrollo en todos los órdenes de nuestra sociedad a mitad del siglo XlX, jamás podríamos exigir a los partidos dirigidos por José María Cabral,  el Azul, el de Buena ventura Báez, el Rojo y el de Ignacio María González, el  Verde, que fueran modelos de organización en el sentido amplio de la palabra, pues es harto sabido, que  estas  organizaciones políticas actuaron en un vacío de poder, que les impedía actuar bajo una plataforma política e ideológica capaz de construir una nación amparada en los conceptos fundamentales de nación y soberanía.

 La debilidad institucional de los partidos políticos del siglo X1X y principios del XX, era el resultado del escaso desarrollo clasista del que tanto nos ha hablado el prócer y maestro Juan Bosch.

Hoy, en el pleno siglo de Paul Kennedy, una  pregunta nos surge desde lo más profundo del alma. ¿Hemos avanzado? El partido”Bolo” de Juan Isidro Jimenez, el “Coludo” de Horacio Vásquez y el “colituerto” de Alejandro Woss y Gil protagonizaron todo el escenario del siglo XX, con actitudes díscolas, uniones, desuniones, autogolpes y una locura colectiva que provocaba burlas en las sociedades más avanzadas de entonces. Nada más podíamos pedirles a unos actores políticos que actuaban en una sociedad sin reglas de juego.

Hoy, todas las condiciones están creadas para dar a la sociedad dominicana una ley de partidos moderna, que pueda regularizar nuestra vida política y mitigar el desorden partidario, y salvar el sistema de partidos, amenazado por las inconductas e irresponsabilidades de nuestra clase política.

Hemos avanzado, pero seguimos siendo una sociedad con muchas debilidades institucionales y un vacío de liderazgo, que, unido a esta gran crisis económica y moral, nos exponemos a un estallido de violencia  como consecuencia de una frustración colectiva.

Urge presionar al Congreso para que conozca y apruebe la ley de partidos políticos y la reforma a la ley electoral, tomando en cuenta, no solamente a los partidos mayoritarios, sino, a los emergentes y a todas las fuerza vivas de la nación.

El Nacional

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