Opinión

Pecado muy grave

Pecado muy grave

Alardear de la ayuda a los pobres es un “pecado muy grave”. Es lo que opina el papa Francisco, el mismo pontífice que con sus acciones y declaraciones ha trazado las coordenadas que quiere para la Iglesia católica: más compromiso con los necesitados. Francisco no ha tenido reparos en romper con la tradición y el discurso de un clero que actuaba como juez de la moral y era más proclive a condenar que a servir y comprender.

Tras descalificarse para juzgar preferencias como las sexuales, Su Santidad ha exhortado a la curia a que reduzca la belicosidad y modere la hostilidad en asuntos enarbolados como principios del catolicismo: el aborto, el matrimonio gay o el uso de anticonceptivos. Con sus gestos, Francisco se ha puesto a la cabeza del liderazgo moral del que precisaba la Iglesia, más dada a los asuntos terrenales que eclesiásticos, pero también una población desamparada, que había quedado a merced de falsos profetas.

Es impredecible hasta dónde llegará Jorge Mario Bergoglio con la revolución moral que ha iniciado como parte de una cruzada para convertir a la Iglesia en aliada de la justicia social, la solidaridad y tolerancia.

Pero sus prédicas no son el desierto y la gente llana está encantada con su discurso y estilo. Francisco ha puesto a pensar y mirar para todos lados tanto por su humildad y sinceridad, como cuando censura la arrogancia, la hipocresía y la ostentación dentro y fuera de la Iglesia. Como conocedor al dedillo no sólo del intríngulis del Vaticano, sino de la realidad social que prima en todas partes se ha permitido advertir que a veces se ve arrogancia en la “ayuda” a los pobres.

 El Papa ya ha dado mucho de que hablar, pero dará más todavía cuando comience a derribar altares que se han erigido a través de prácticas non sanctas. Habla como si observara a través de un ojo mágico el comportamiento de gente que da lo ajeno como si fuera suyo, instrumentalizando a los pobres por interés personal o de grupo, con complicidades eclesiásticas, pero alardeando de “buen corazón”.

El Nacional

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