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Pedro José Gris poesía siempre

Pedro José Gris poesía siempre

Gustave Flaubert no llegó a terminar Bouvard y Pécuche, y según juicio  de Ezra Pound, al que nos adherimos después de leerla, constituye su mejor trabajo narrativo. Heredera sin inmutaciones del Don Quijote, la registramos en la memoria viva, y los dos  personajes que  dan nombre su nombre: Bovard  y Pécuchet, personajes entrañablemente citadinos que emprende un viaje por diferentes empleos, oficios, ocupaciones y se  metamorfosean en ellos.

Y en ese  viaje  se pone en juego estos asuntos: hacer la vida en distintas espacios que la misma vida ofrece, entrenarse o aplicarse en diferentes modalidades laborales que existen, probar que el hombre y la mujer son seres dados para las multiplicaciones, crear igualmente dentro de la experimentación una utopía, huir del acoso del tedio, observar y experimentar la existencia de diversos y heterogéneos escenario, y algo más, ejemplifica con plasticidad estas dos cuestiones esenciales a todo el que nace: primera, estamos dotados para realizar múltiples tareas; y segunda, en ninguna nos encontramos plenamente.

Y ese desarraigo existencial, manifestado en la búsqueda incesante de un sentido a la existencia misma, sincrónico en los procedimientos, en los recursos y en las visiones, bien se encuentra asentado en los  tres últimos poemarios de Pedro José Gris: El Libro de los Saltos y Voy hacia mi Casa (2010) y Aniversario (2013)

Esta visión, procurada en  las sucesivas épocas que conforman la linealidad temporal y humana, encuentra asiento en este libro, articulada que conjuntea ciencias, especulaciones del pensar e intuiciones.

El verso se afirma en comprobaciones matemáticas y físicas, en la certeza de lo que es, y ello no únicamente por el peso de la comprobación de lo existente, sino, también, por la experimentación del vivir mismo, que se hace y agota en una misma e única reiteración, provocando con ello, un tedio y hastío que únicamente la muerte cura.

Por razones que desconocemos

lo conocido viaja

hacia lo desconocido!

Nunca, al parecer, podremos juntar lo que transcurre.

La realidad es un caballo desbocado expandiéndose hacia la pradera

que misteriosamente nos convida

( el tiempo si no corre se desconstruye)

Nunca, al parecer, podremos juntarnos en lo vivido:

¡Viajamos hacia el futuro para siempre!

La poesía de Pedro José Gris, salvo su primero poemario, Las Voces (1982) se afirma en la relación de pensamiento, lenguaje y ciencia como substancia, como motivo que se poetiza.

La búsqueda de la razón de la existencia humana, de su razón de ser en tierra, y más aún su razón de ser  en el porvenir acorde con la naturaleza de la naturaleza y de los fenómenos que genera de forma continua y presiva.

Lo que la razón del pensar no ofrece, puede que la razón de las ciencias la tenga en sus conclusiones. En ese sentido, leemos en Aniversario, lo que ya tiembla en El Libro de Los saltos:

 El Salto del Hombre. El número inicial no define la cantidad, más bien, la presencia como imposible. Es la suma  precisa, aunque desconocida, el amontonamiento funcional de lo mismo sobre sí mismo lo que produce el fenómeno cualitativo de la conciencia de la autociencia cuya teoría sobre sí introduce la re-reflexión en la materia (100 mil millones de neuronas replicando todas las relaciones reales del universo producen, al parecer, la cifra mágica, el quantum cuya cualidad saltada es la conciencia, un lujo del terrible cosmos físico escenificada en el paraíso de la tierra)

El lector de estas líneas, notará la reiteración, en los dos fragmentos extraídos de Aniversario, de la expresión, que opera como inciso en el poema, al parecer, y esto, concluimos: es que  aún la misma ciencias, con precisión y lógica que descascara lo que existe en la tierra, lo desvela, lo hace común y, hasta simple, no posee  certeza sobre el mundo y,  mucho menos, de sobre ese inconcluso, ambiguo, tembloroso, oblicuo, indefinido ser, que se llama Hombre, marcado, irremediablemente, por lo indefinible, al ser constituido por cartílagos, sebos, carne, sangre, hueso y lo otro, no tocable, pero que existe.

Dualidad que vigencia ordinariamente a la gula, la ira, la codicia, la envidia, el rencor y a los otros pecados capitales.

Conciencia y pulso, y esfuerzo mayor para construir una poesía que dé cuenta, desde la especificidad de sí misma: tejido lingüístico  donde lo sonoro con potencial gracia y sentidos se bifurca.

Esfuerzo, que como Claudio Cayo Espinal, quien posee, en esta dirección, el trabajo poético más sistemático serio, honesto y profundo en el país y a quien le asiste, por esas mismas condiciones, ser pionero en esta búsqueda de la expresividad poética en la  contemporaneidad que nos contextualiza y pertenece.

El Nacional

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