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PEDRO VERGÉS CIMAN

PEDRO VERGÉS CIMAN

Mi viejo amigo Piri Vergés

Muchas personas, al leer el título de este artículo, no adivinarán que el personaje citado allí es el actual ministro de Cultura, doctor Pedro Vergés Ciman.
Recuerdo al adolescente de serena expresión infantil en su rostro, y la sonrisa que distendía sus labios con rapidez ante cualquier situación o frase de su agrado.
No conozco el origen del sobrenombre cariñoso, pese a que nuestra amistad sobrepasa el medio siglo en su añeja data, llena de diálogos interminables hasta en horas de madrugada en el parque del barrio capitaleño San Miguel.
Pese a que mi edad biológica excede en diez años la del hoy connotado y laureado literato, nuestra común afición a la lectura nos llevó a un periodo amistoso inicial de encuentros casi cotidianos.
Estos se vieron interrumpidos cuando Piri marchó hacia España, donde cursó estudios en la Universidad de Salamanca, graduándose de doctor en filología románica.
Por cierto, daré un salto gimnástico en la cronología de este escrito, manifestando que ya en posesión de su título académico, le concerté una entrevista con un amigo que ocupaba la vicerrectoría docente de una universidad.
Como hombre enamorado de su país, característica de la cual soy testigo, Piri aspiraba a impartir clases en el alto centro académico.
Pero quedamos emocionalmente sacudidos cuando nuestro interlocutor hizo mofa de la especialidad profesional escogida por Piri, manifestando con ausencia de rubor que con ella no se aportaba nada útil a una sociedad organizada.
Felizmente, poco tiempo después fue nombrado profesor en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña.
El estudioso jovenzuelo optó por el cargo de director del suplemento cultural de un reputado diario de circulación nacional, por entonces vacante.
La posición fue otorgada a un sexagenario intelectual de sólido y bien ganado renombre, que obtuvo tras una larga e intensa actividad periodística y literaria.
Con la modestia y la serenidad propias de su personalidad, mi amigo me dijo que el nombrado calificaba para el cargo, debido a que él, por su juventud y larga residencia en España, era prácticamente desconocido en el país.
Retornó a la madre patria, donde obtuvo en el año 1981 el premio de la Crítica de Narrativa Castellana con su novela “Sólo cenizas hallarás”, y el premio Blasco Ibáñez de novela.
La humildad de Piri se puso de manifiesto cuando en la presentación de una de mis obras costumbristas en el Instituto de Cultura Hispánica, que dirigía, dijo al presentarme que en su novela galardonada había tenido algo que ver la lectura de mis Estampas Dominicanas.
La mención se produjo porque cada vez que publicaba un libro, le enviaba un ejemplar a España, y “Solo cenizas hallarás” es una obra netamente dominicana en su contenido y estilo.
Cuando me enteré del nombramiento de mi enllave barrial en el Ministerio, consideré que fue una decisión acertada del presidente Danilo Medina.
Lo digo porque con ella incorporó a su gabinete una persona de talento, culta, y que se adhiere a valores morales que han perdido vigencia en el convulso y materialista mundo de hoy.
Fundamentado en esas razones, creo que realizará una labor eficiente, que se ha iniciado con el trato gentil que brinda al personal del ministerio.
Esa esperada calidad laboral quedó demostrada en la pasada Feria Internacional del Libro, convirtiéndola en un evento donde el valioso instrumento de la sapiencia humana fue el indiscutible protagonista.
Un empleado que ha sobrevivido a los anteriores titulares de la dependencia oficial manifestó que el ministro saluda al llegar a los subalternos que encuentra a su paso, algo que no hacían algunos de sus antecesores en el cargo.
En mi condición de periodista de largo ejercicio ofrecí mis servicios al hermano afectivo.
Creo que Piri sabrá lidiar con la conocida temperamentalidad imperante en el microcosmos de los talentos artísticos, para bien del arte y la cultura dominicanos.

El Nacional

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