Opinión

Peña, siempre Peña

Peña, siempre Peña

José Francisco Peña Gómez, como ha ocurrido tradicionalmente a lo largo de la historia, está siendo negado por quienes han debido proteger su imagen y su legado dentro y fuera del Partido Revolucionario Dominicano.

Peña Gómez ha debido ser la guía política, ideológica y moral de los dirigentes  del PRD durante todos estos años de indefiniciones y confusiones  normales tras la muerte del líder.

Pero no ha sido así. Incluso sus familiares, sus amigos más cercanos, sus colaboradores, le dan la espalda a su pensamiento, a sus sueños, a su deseo manifiesto de procurar un partido unido y fuerte para enfrentar los problemas de la nación.

Peña Gómez es el gran olvidado, el ignorado, el desterrado de su propio partido. Ya no es  figura emblemática. Desgraciadamente dejó de ser el faro que guiaba a todos  los perredeístas.

La campaña electoral pasada así lo demostró. Si alguien fue olvidado, ése fue precisamente Peña Gómez.

Y lo que es peor: Ahora se pretende borrar  su impronta, todo cuanto hizo para que el PRD no desapareciera, para que siguiera siendo “el partido del pueblo, el partido de la esperanza nacional, el partido de la justicia y la libertad”, un partido socialdemócrata con  profundas raíces populares.

Peña Gómez decía que un dirigente tiene que ser capaz de mirar después de la curva; Lenin, el padre de la revolución rusa de octubre del 1917, decía lo mismo, pero con otras palabras: “hay que ver el bosque detrás de los árboles”. Los árboles muchas veces no dejan ver el bosque como la curva impide ver lo que viene o lo que hay después.

El verdadero dirigente, el líder, tiene que ver más que los demás. Tiene que tener visión de futuro;  ver lo que hay detrás del bosque.

El país se encuentra sumido en una de sus peores crisis, porque no es sólo económica, es, más que cualquier otra cosa, moral. La historia del Imperio Romano y de muchos otros imperios prueba que tras la crisis moral viene el derrumbe. Al país le vienen momentos aún peores, con un gobierno corrupto e inmoral que despilfarra los dineros del pueblo, que corrompe todo lo que toca, que hunde en el fango todo lo que ve. Y sin embargo el PRD se comporta como un partido aliado, no como un partido opositor. El PRD se hunde junto con el país en medio de  debates internos sin sentido propiciados por sectores del propio partido que parecen agentes pagados por el gobierno.

Peña Gómez no lo habría permitido. Peña Gómez habría parado en seco la lucha interna por la candidatura presidencial  tras considerarla extemporánea y absurda, ya que faltan más de tres años para las elecciones. Peña Gómez se habría opuesto, como en efecto, lo hizo a las pretensiones de un sector, de adueñarse del partido ocupando todas las posiciones dirigenciales incluyendo la presidencia del partido y la candidatura a la presidencia de la República al mismo tiempo.

Aconsejaba que la lucha por la candidatura presidencial se desarrollara en igualdad de condiciones.

Peña Gómez siempre fue opuesto a que una persona fuera presidente del partido y candidato presidencial. No es casualidad que esté consagrado en los estatutos de la organización.

En  1979, hace 30 años,  Peña, que siempre vio más allá de la curva, decía que “con la proclamación de Juan Bosch como candidato a la presidencia de la República, éste en cumplimiento de un principio cardinal de la democracia interna, renunció a la presidencia del partido ocupando ese lugar el compañero Ángel Miolán y Washington de Peña la Secretaría General”.

“Debemos recalcar –continúa Peña- que la renuncia del Presidente del Partido fue consecuencia de la aplicación de la regla de la incompatibilidad, que aunque no estaba escrita en los estatutos, siempre fue respetada como un principio no-escrito, como una regla consuetudinaria de observancia obligatoria”

“Tenemos que evitar –advertía Peña con razón- que una sola tendencia arrope el Comité Ejecutivo, porque el Partido es la suma de todos. Las resoluciones del Comité Ejecutivo son faroles que guiarán los pasos de los perredeístas. Respetemos esas decisiones, que no son sólo obra de los de arriba sino esta vez mandato de los de abajo, de las bases que hicieron oír su potente voz, que es la voz del pueblo, y la voz del pueblo es la voz de Dios”.

En 1997, 20 años después, en carta  al Comité Ejecutivo Nacional,  Peña sostenía que “el proceso de selección de los candidatos del Partido requiere de autoridades independientes e imparciales que sólo respondan a los mandatos supremos de su organización”.

Sus palabras tienen  actualidad impresionante. No hay duda, compañeros, Peña siempre vio detrás de la curva.

El Nacional

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