¿Qué Pasa?

Pepe Sierra estremece escenario Bellas Artes

Pepe Sierra estremece escenario  Bellas Artes

El montaje de El hijo de puta del sombrerero, original del dramaturgo neoyorkino Stephen AdlyGuirgis, tiene cinco razones para ser festejado.

Primero por la acertada selección del texto dramático de humor negro y la labor de producción (responsabilidad de Raúl Méndez y Lino Hernández), de ordinario poco reconocida.

Segundo por la cuidada dirección, sobre todo en lo referente al ritmo y tiempo teatrales (Manuel Chapuseaux) que cuenta con una experiencia en el arte de proporcionar al nivel profesional más alto que ha sido posible.

Tercero, el triunfo escenográfico (Miguel Ramírez), al lograr tres ambientes interiores de apartamentos de Washington Heights, sobre un gran mural de grafittis callejeros y definidos a partir de rápidos movimientos de las masas escénicas.

Cuarto, su diseño lumínico que ha corrido por cargo de Bienvenido Miranda, ofrece el sustento tan fundamental para actuaciones, entradas y salidas.

Y quinto, las actuaciones

Pepe Sierra (Johnny) es un diamante en desarrollo del escenario dominicano, dueño de una capacidad para el dominio del ritmo parlamentario, con acertadísimos movimientos escénicos, estampa muy propia bajo las candilejas. Reactivo y vivo al instante, es un regalo al espectador.

Kenny Grullón (Ralph), reitera su veteranía y se procesa como un pez en aguas conocidas, dando las tonalidades precisas de voz. Su actuación confiere la fuerza y veteranía que se puede esperar de su trayectoria.

Hony Estrella (Victoria), con un papel no estelar, lograr transmitir el drama de la mujer abusada por la preconcebida dominancia masculina con todos sus efectos dañidos de género.

Irving Alberti (Julio) grácil, agudo, sensitivo y auténtico. Este talento nos fascina con sus giros en escena y le va bien la responsabilidad en la vertiente del humor negro que destila a lo largo del montaje.

Nashla Bogaert, (Verónica), es la actriz con un proceso que ha ido perfeccionándola cada vez más, pone toda la sensualidad y belleza y armonía de sus proporciones físicas, para trascender en la capacidad histriónica. Se le vive con intensidad para el espectador que se sabe ante una artista irrenunciable a sus faenas.