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Pequeña carnicería recuerda Balaguer

Pequeña carnicería recuerda Balaguer

Jarabacoa. Isidro Antonio Vargas tiene una carnicería en la calle Obdulio Jiménez, la muy transitada vía que conecta con la carretera de Pinar Quemado. Es un local pequeño, lo que en los pueblos se llama una casilla, que generalmente la atiende su propio dueño y un día cuelga carne de res y al siguiente de cerdo. No obstante, el establecimiento de Vargas incluye en su oferta gallina y pollo, aunque el rótulo no especifica si “vivos o matados”.

Pero el distintivo de la carnicería de Isidro Vargas es el nombre, muy extraño para este tipo de negocio: pues se llama carnicería Balaguer, sin que la palabra “carnicería” encierre ninguna connotación.

Vargas, quien se expresa en perfecto cibaeño, precisa que no es por razones políticas que su negocio lleva tal nombre.

Sin embargo, no ignora el carnicero que el apellido Balaguer remite a un hombre cuya historia destila política.

“Es poique dicen que yo sé mucho y entonces me llaman Balaguer”, apunta sonriente el tablajero. Y cuenta que ha ganado apuestas a los amigos por sus aciertos sobre el peso de los animales.

“Vea, yo digo que una vaca tiene, pongamos un ejemplo, doscientos kilos y cuando venimos y la pesamos tiene eso mismito, entonces la gente me dice que yo soy un Balaguer ¿usted ve?”, refiere felizmente.

Debajo del inmenso letrero “Balaguer”, que cubre todo el frente de la casilla, aparece el lema “… sigue”, pero el propietario aclara que tampoco eso tiene que ver con el quehacer de Joaquín Balaguer.

Vargas lo justifica de este modo: “Lo que pasa, don, es que en un tiempo yo iba a cerrar esto, usted ve, pero después cambié de planes y sigo aquí”. Y se ríe.

El Nacional

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