Opinión

Persecución periodística

Persecución periodística

Escribí un artículo en el que atribuía responsabilidad al gobierno de Balaguer de la desaparición de Narciso González, ocurrida el 26 de mayo del año 1994. A raíz de esa publicación me visitaba a la UASD una dama bellísima, que se declaró admiradora “de los artículos del suscrito”, pero sospechosamente todas sus conversaciones giraban en torno al catedrático desaparecido. Le evadía el tema y en una ocasión le pregunté: ¿Qué tú crees de lo que dice Pochy Familia, de que a las mujeres les están gustando los hombres feos?

Cuando no acudía a la academia me llamaba. El 20 de junio de 1994, a las cuatro de la tarde, me habló por la vía telefónica —con un lenguaje amoroso en extremo—: “Te espero esta noche a las ocho en el Supermercado Dominicano de la Sarazota”. Lo primero que me pregunté fue: ¿qué se trama en mi contra?

Las persecuciones en mi contra han sido múltiples y de diversas magnitudes, pero en cada caso me preparo mentalmente para “responder con fuerza, luchando en cualquier terreno”, como dice el extinto bolerista Felipe Pirela en el tema “Lo que es la vida”, una de las canciones que lo hizo famoso.

Después de casi tres décadas publicando artículos periodísticos he llegado a la conclusión de que la mayoría de esas agresiones procuran, en un vano esfuerzo, la intimidación. Si la finalidad fuese eliminarme físicamente lo hubieran logrado con facilidad, porque el suscrito no sabe huir. “A veces para huir se necesita mucho valor”, dice Mary Edgeworth.

Siempre hubo y hay personas, incluyendo a familiares, que me atribuyen ser fuerte en los escritos, cuando realmente lo que he hecho y hago en la actualidad es valerme del derecho a expresión y difusión, establecido en el Art. 49 de la Constitución de la República. A ese derecho no se renuncia.

Quienes merecen castigo son aquellos que violentan ese derecho ciudadano, práctica que viene desde los tiempos en que el grueso de los comunicadores eran pobres, como en los doce años de Balaguer, y que continúa en la actualidad contra los pocos que disienten del PLD. La persecución hacia comunicadores, empero, a veces proviene de otros litorales que suelen ser más intolerables. El caso del asesinato de Blas Olivo podría andar por ahí, pero siempre hay duda de las versiones policiales.

 

El Nacional

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