Opinión

Personas y personajes

Personas y personajes

Diferenciar entre un personaje de ficción y  el  personaje de real existencia ha  provocado muchas  horas de reflexión y estudios entre los  especialistas  de la creación literaria. Todo ello, a pesar de  que  desde el punto de vista formal, persona y personaje son conceptos  bien diferenciados.

Las personas tenemos fecha de nacimiento y cédula de identidad y estamos sujetas a las leyes naturales, las cuales imponen entre otras acciones: nacer, crecer, relacionarse, alimentarse, reproducirse y desaparecer.

 Se ha creído que los personajes son puro invento de los creadores  literarios, que los personajes sólo existen en los cuentos, las novelas, el teatro y en las producciones cinematográficas.  Eso se ha creído con aparente lógica, porque como se ha dicho, los personajes se han hecho a imitación de las personas.

 Pero no siempre los escritores  las tienen todas consigo  al momento de trazar los caracteres de un personaje, porque la invención de sujetos ficticios con  suficientes vida y sentimientos  no resulta trabajo tan fácil, y no pocos teóricos de la literatura se han referido a la conformación de personajes como una tarea altamente compleja.

Por ejemplo, Pío Baroja ha considerado al respecto lo siguiente: “Para mí, en la novela y en todo arte literario, lo difícil es inventar, más que  nada inventar  personajes que  tengan vida…”.

Parecerá entonces, que la sustancia principal para la conformación de los personajes literarios habrá que buscarla en las calles, en los parques, en las fábricas, en los bares, en los mercados, en los caminos, en los conventos, en los recintos militares y en cualquier lugar donde se mueve la gente.

 La vida  presenta con frecuencia sujetos reales que se tornan en seres que parecen de fantasía, que adoptan  actitudes  y formas de ser  que los tipifican como auténticos personajes,  cual si fuesen producto de la creación, de la fecunda imaginación de un autor literario.

 El quehacer  político es abundante en este tipo de figuras, que sobresalen de su marco por los comportamientos  que asumen, los cuales le imprimen determinados niveles de extravagancia,  la que a su vez conduce  a confundir a esa persona real con un ser sacado de la imaginación: Heureaux, Trujillo, Balaguer…

 Son los hechos ocurridos en su existencia, su constitución sicológica, su concepción de la vida,  del amor, su relación con los demás seres humanos, su ambición o su  desinterés,  su generosidad o  su egoísmo, su inteligencia  o  su torpeza  lo que determina que una  persona real se convierta en personaje apto para el tratamiento literario, para ser aprovechado por quienes se dedican a contar historias dignas de ser leídas y provocar emociones.

 Pero no sólo  los políticos son a menudo materia prima para los creadores literarios. Muchos seres marginales, cuya vida se ha limitado a los movimientos fisiológicos de su organismo, se prestan también  para roles destacados  en la literatura de ficción.

 Definitivamente,  son personas ante cuyos perfiles, la capacidad inventiva de un escritor  puede resultar insuficiente. Deberían servir de modelo para una justa diferenciación entre persona y personaje, objetivo de este artículo.

El Nacional

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