Opinión

Política y dinero

Política y dinero

MIAMI.- En mi época de militante de la Línea Roja del 14 de Junio, comienzo de la década de 1970, la política no era un negocio,  era un deseo sublime por lograr los cambios y las transformaciones sociales en búsqueda del bienestar colectivo.

No éramos individuos, éramos ciudadanos. La diferencia entre uno y otro es abismal.

Un individuo actúa en función de sí mismo; de sus propios intereses; un ciudadano, en cambio, adquiere un compromiso con los demás. Juan Pablo Duarte lo definió  de manera ejemplar: “Trabajemos  por y para la Patria es trabajar por nuestros hijos y para nosotros mismos”. Duarte era un ciudadano, no un individuo.

La mayoría de los muchachos de mis años de juventud temprana corrían tras un sueño. Estábamos  dispuesto al sacrificio supremo de dar la vida. Muchos la dieron en las ciudades y los campos. Nadie quería nada material para sí.  En ese tiempo nadie nos daba nada. La idea lo era todo. La utopía nos guiaba. No éramos mercenarios, ni tránsfugas. Firmes en los principios y los propósitos, me recordaba el colega y buen amigo Osvaldo Santana la última vez que lo vi en el periódico El Caribe.

Me asaltan la memoria muchos  revolucionarios de esos años, algunos de los cuales fueron asesinados por los “incontrolables” controlados del doctor Balaguer, por la “Banda Colorᔠo por cualquier unidad militar entrenada para matar los sueños.

Para nosotros la política no era una empresa, era una idea de cambio sustantivo, (Lo que importa, decía el Che, no es el número de armas en las manos, sino de estrellas en la frente) pero si en la conciencia.

Ahora todo es distinto. El sistema de partidos se ha corrompido y ha corrompido a sus miembros y militantes. Ahora todos buscan lo suyo; El sentido ético y moral de la política ha desaparecido. Los partidos y los gobiernos han envilecido a la gente.

Muchos dirigentes políticos son analfabetos o “analfabestias”, como diría mi querido colega y dilecto amigo Francisco Álvarez Castellanos, don Papi. Políticos que piensan con faltas ortográficas, que nunca se han leído ni se leerán un libro. ¿Para qué?

Vivimos en una sociedad hipertrofiada. Todos los estamentos sociales corrompidos.

La corrupción es una cultura. El funcionario que no roba es un pendejo; el que paga sus impuestos religiosamente, también. La evasión de  impuestos, el contrabando y la extorsión, han servido de base a determinadas fortunas. La corrupción de arriba hacía abajo. Y viceversa, que no es lo mismo, pero es igual.

Dirigentes políticos corruptos, empresarios corruptos, entidades estatales estructuradas para la corrupción, partidos corruptos; familias corruptas, religiosos corruptos. Niños y adolescentes entrenados para la corrupción. La corrupción, grande o pequeña, pero corrupción, está enraizada en la sociedad dominicana.

La fuerza del partido de gobierno la determina el paternalismo y el clientelismo que patrocina el presidente de la República. Su liderazgo está basado en los recursos del presupuesto de la Nación. Muchos dirigentes del PLD acumulan fortunas malversando recursos públicos. El presidente lo sabe, pero no hace nada. En ese “dejar hacer, dejar pasar”, hacerse el ciego, el mudo y el sordo, cuando se habla de corrupción, se basa su liderazgo.

En el PRD igualmente la corrupción se práctica de múltiples maneras. De no ser así, la doctora Milagros Ortiz Bosch no habría perdido la convención. La fuerza del liderazgo político la está determinando el dinero, no los principios, ni las ideologías.

Hay “líderes” en el PRD que mantienen nóminas mensuales millonarias. Su liderazgo está en la chequera. Si, en una cuenta corriente. No son líderes, son empresarios de la política. Quienes le siguen son, en su mayoría, empleados. Tienen que ser fieles al patrón. Ya no hay compañeros en los partidos, ahora hay patronos y empleados.

Ningún pobre puede alcanzar la categoría de jefe o de líder.  Ser candidato a diputado o senador, cuesta una fortuna.  Hay que buscar entre 10 y 15 millones de pesos. El fenómeno de Peña Gómez, que siendo  pobre,  prieto y feo, se convirtió en el líder de masas más grande de la historia, no se repetirá  más en el PRD ni en el país. Dado el grado de inversión moral, nadie pobre, negro y feo, como Peña Gómez, se convertirá en líder. Los liderazgos  se compran. Y cuestan mucho. Peña Gómez logró su arrolladora fuerza a base de talento, capacidad y estudios.  Y su inigualable vocación de servicio. Peña Gómez no tenía dinero. Tanto es así, que a su muerte no dejó prácticamente nada material. Su ejemplar viuda,  Peggy Cabral, no heredó más que su ejemplo, sin más abolengo que su dignidad y  decoro, que es mucho, una montaña de moralidad que la historia hoy  reconoce.

Aunque duele reconocerlo, en el nuevo PRD eso no tiene  valor.

El Nacional

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