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POLÍTICOS FRANCESES

POLÍTICOS FRANCESES

Creación de la  UE y sus implicaciones políticas
El veredicto de las elecciones francesas en favor de Emmanuel Macron (66%) en mayo último y contra la derecha ultraconservadora de Marine Le Pen, no debe obnubilarnos y hacernos creer que nació un nuevo líder providencial.
En verdad, frente a la posibilitad aterradora de un Franxita a la inglesa con sus desórdenes financieros y políticos hubo un pronto despertar del voto europeísta de millones de electores de derecha (siempre europea), socialistas e “innovadores” de toda laya.
Sin Gran Bretaña, la Unión Europea puede perennizarse; en cambio sin Alemania y Francia se desvanecería en un caos mayúsculo. He ahí donde reside el sobresalto final que llevó a Macron, acendrado europeísta, a la presidencia.
El voto antieuropeo hacia la izquierda radical de Jean-Luc Melenchon y hacia Marinne Le Pen indujo a error a analistas, haciendo creer que los franceses anhelaban salir de la Unión Europea. No se dieron la molestia de efectuar un sobrevuelo a la historia de la construcción europea y sus implicaciones electorales en Francia.
Es de subrayar que fueron dos franceses los precursores de la construcción europea: Robert Schuman (1886-1963) y Jean Monnet (1888-1979). El primero, siendo ministro de asuntos extranjeros, finalizada la Segunda Guerra Mundial, leyó un llamado histórico a los países europeos el 9 de mayo 1950 a adherir a una institución supranacional dentro de una perspectiva de desarrollo común, con el objetivo de cerrar el devastador ciclo de confrontaciones bélicas. El texto de Schuman funda el proceso de construcción europea, de apenas cuatro o cinco páginas, lejos de ser un catálogo de buenas intenciones, afloran en él la idea de pacificar para siempre Europa. Su objetivo sustancial era “hacer de la guerra un acontecimiento no solamente impensable, sino también materialmente imposible.”
El texto fundador evidentemente no podía limitarse a rodeos retóricos o efusiones líricas sobre la paz y la fraternidad.
El genio de Schuman (en verdad de Monnet), se orientó a asociar a seis países (Bélgica, Holanda, Italia, Luxemburgo. Alemania y Francia) en torno a la producción de dos rubros que tuvieron un papel protagónico en las guerras: el carbón y el acero.
El mercado abierto preveía modernizar el aparato de producción, reducir los costos y mejorar el nivel de vida de los trabajadores, pero su impacto estratégico visionario despejó el camino para crear las primeras instituciones supranacionales europeas.
Así nace la CECA (Comunidad europea del carbón y el acero) dirigida por una alta autoridad, regido por el principio de igualdad entre los estados. El tratado de París firmado en 1951 consagra la vía institucional para crear gradualmente una Europa económica abierta; dentro de esa perspectiva, se instituye un consejo de ministros de los seis países, una corte de justicia, suerte de estructura de supervisión jurídica del tratado. Es decir, prontamente se erigió una estructura de gerencia supranacional.
Si Schuman es el propagador diplomático de las ideas, Jean Monnet será el estratega. Monnet es el supremo artífice de esta revolución política sin precedentes. Ya en 1940, el dilecto negociador poseía una visión global de la geopolítica atlántica.
En efecto, cruza a Estados Unidos para instar al presidente Roosevelt a desarrollar al máximo la industria armamentista y articularla a la existente en Gran Bretaña, pues se avecinaba una guerra de dimensión planetaria.
De 1945 al 1952 funge como el cerebro de la comisión del plan francés, organismo rector de la reconstrucción económica en un país donde había amenazas de hambre y escasez de todos los rubros concebibles.
Monnet percibió que después de los desastres de la guerra, se imponía un marco de desarrollo común dentro de un federalismo europeo. Muy inspirado del modelo norteamericano propuso los Estados Unidos de Europa.
Más aún, presidiendo la alta autoridad de la CECA cuyos productos, el acero y carbón, circulaban libremente, Monnet propone una comunidad europea de la defensa (1953), incluyendo al endeble ejército alemán.
Este cosmopolita y anglófilo no se esperaba una reacción virulenta del nacionalismo francés, representado por el partido comunista y las fuerzas del general de Gaulle a las cuales se agregaron muchos socialistas. Estas agrupaciones vieron detrás de la propuesta, maniobras norteamericanas, cuyos marines guerreaban en Corea. Sólo la democracia cristiana defendió este proyecto de ejército europeo.
Después de un año de intensas y enrevesadas discusiones, la cámara de diputados francesa vota mayoritariamente en contra. La comunidad de defensa integrada es abandonada pero el proyecto de construcción europea prosigue.
De Gaulle fue en un principio hostil a una estructura supranacional, pero con el tiempo, participó en un histórico encuentro en 1962 con el canciller alemán Konrad Adenauer, que aceleró la confianza y la construcción europea. Nada podía detener el advenimiento de lo que se denomina hoy en día la Unión Europea.

El Nacional

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