Opinión

¡Por la moral y las buenas costumbres!

¡Por la moral y las buenas costumbres!

En el nombre de la moral, de las buenas costumbres y de todas las figuras que el mayor general José Armando Polanco Gómez invoca cuando de hacer parecer legítimo (o siquiera legal) su oficio de agente del uso de la fuerza contra las mayorías, lo que procede es que investigue cuántos agentes y oficiales de la Policía Nacional reciben dinero por prestar servicios diversos a las bandas que azotan a la población.

Tras manifestar que instruyó a los directores departamentales encargarse de enterrar a quienes caigan en los eventos que él insiste en llamar “intercambios de disparos”, asesores que vieron que fue grotesca la exhibición de retorcimiento, lanzaron sobre ella paños de colores diciendo que solo se trata de  evitar desórdenes y de impedir actos reñidos con la fe cristiana. ¿Acaso no riñe con la moral cristiana  la tradición policial de violar el Quinto Mandamiento?

Mucho más que eso se le puede decir al jefe de la Policía, pero quien en primer lugar debe rendir cuentas es Leonel Fernández. Él declaró el 2012 Año del Fortalecimiento del Estado Social y Democrático de Derecho, y sigue utilizando la Policía como instrumento de coerción de clase que tiene el encargo de reprimir y de ejecutar a delincuentes o sospechosos pobres. ¿Tiene licencia Leonel Fernández para violar el Octavo Mandamiento, o lo vigilará Polanco Gómez para que deje de hacerlo?

En un país donde un jefe de la Policía habla en esos términos, hay que pedirle cuentas a  la dirección política del Estado, que pretende que la represión garantice la tranquilidad que se debe sembrar con el fomento de la justicia social.  ¿Dirá Danilo Medina que eso es lo que él se propone corregir? ¿Dirá Hipólito Mejía que él es la respuesta?

Danilo Medina posó hace unos días con exmilitares represivos y sanguinarios. Hipólito Mejía, además de que se confiesa amigo y  hermano de muchos viejos asesinos y saqueadores, en diciembre pasado dijo con desenfado que él no tiene “la patología de la libertad”.

Descaro y desvergüenza  andan de  mano con la condición de sustentadores de un sistema político esencialmente criminal…

El Nacional

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