Editorial

Por la providencia

Por la providencia

A la providencia hay que  atribuir que los penosos incidentes de ayer en los frentes del local nacional del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) de la avenida Winston Churchill no arrojaran  un saldo de muertos  y una cantidad mayor de heridos porque las armas  disparadas y la  violencia exhibida apuntaban a  que ocurriría una tragedia mayor.

Aunque  ese tipo de  enfrentamiento entre perredeístas ha sido frecuente a lo largo de la historia de ese partido, lo acaecido ayer fue   como  desbordado río de irracionalidad  que se llevó por delante  hasta la más mínima expresión de  sensatez y comedimiento.

Esa acción de terror y desenfreno, cuyas incidencias  fueron transmitidas  en vivo por varios canales de televisión y que  tuvo un saldo de ocho heridos, seis por impactos de bala,  constituye una ofensa grave a la población que  conmemora el bicentenario del nacimiento de Juan Pablo Duarte.

La crisis  interna que desgarra al PRD  degrada a esa institución hacia insondables pasadizos de violencia e irrespeto a  elementales normas de convivencias basadas en el principio de unidad en la diversidad,  al punto de que  los líderes o jefes de los bandos encontrados actúan hoy como cangrejos que no pueden o no quieren convivir en una misma cueva.

El Ministerio Público está compelido a identificar y someter a la justicia, sin importar a los grupos en pugna a que pertenezcan, a los que dispararon o escenificaron desórdenes en la vía pública, en razón de que nadie ha de estar por encima de la ley.

Sobre los hombros  del ex presidente Hipólito Mejia y del ingeniero Miguel Vargas Maldonado recae toda la responsabilidad política del drama que hoy padece el PRD, porque en vez de promover o procurar vías expeditas de diálogo y entendimiento, han propugnado o permitido   que esa organización se descarrile por el despeñadero.

No basta que ambos líderes  presenten disculpas a la sociedad por  los desórdenes del domingo, ni  que  uno u otro justifique su actuación o culpe al adversario de lo  acaecido; se insiste en advertir que la población está harta, cansada de los  pleitos que ambos  auspicien.

En medio de la indignación colectiva por los penosos   enfrentamientos ayer entre perredeístas se  reitera el pedido, tanto  a Mejía como a Vargas Maldonado, de que si no  son capaces de  evitar la muerte del PRD que al menos se pongan de acuerdo para  poder ofrecerle a esa emblemática institución partidaria una sepultura digna.

El Nacional

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