Reportajes

¿Por qué Yaqui Núñez y Juan José Ayuso me negaban la palabra?

¿Por qué Yaqui Núñez  y Juan José Ayuso me negaban la palabra?

Preparé el manifiesto y fue aprobado por todo el Movimiento Cultural Universitario (MCU). Condenaríamos la segunda intervención yanqui a nuestro país que, al otro día de finalizado el encuentro, cumpliría cuatro años.
Lo firmarían los presentes en el coloquio de la UCMM, a celebrarse los días 26 y 27 de abril, de aquel turbulento 1969, año en que el periodista Seymour Herst descubría la masacre de My Li, en Vietnam (https://www.you tube.com/wat ch?v=by0gal8y1ay).

Y Neil Armstrong se convertía en el primer hombre en la Luna
(https://www.youtube.com/ watch?v=z-N3-2YTawI).

Pero, debía mostrar el documento a Freddy Gatón Arce, mi protector en el suplemento literario de El Nacional. Cuando él lo vio frunció el ceño.

-Ustedes no pueden llevar esta vaina allí.- El tono de su voz era de ira. De irritación. De cólera.
Él había sido mi mentor. Pero en esto no podía complacerlo. Porque ya todo estaba listo para el evento. Y el MCU no podía ceder.

Así que salimos para la “Ciudad Corazón”. Éramos once: Andrés L. Mateo, Norberto James, Mateo Mórrison, Fernando Sánchez Martínez, Enrique Eusebio, Johnny Gómez (Alexis), Domingo de la Cruz (Manito), Rafael Tapia, Domingo de los Santos, Héctor Amarante y yo. Y nos hospedamos en un hotelito que está al final de la calle Salvador Cucurullo.

Yo hablaría en nombre del MCU y presentaría el documento ante tantos intelectuales de fuste: Manuel del Cabral, Franklin Mieses Burgos, Máximo Avilés Blonda, Carlos Federico Pérez, Mariano Lebrón Saviñón, Pedro René Contín Aybar, Abelardo Vicioso, Marcio Veloz Maggiolo, Arnulfo (Miñín) Soto y Aída Cartagena Portalatín.

También, Héctor Incháustegui Cabral, Alberto Peña Lebrón, Juan José Ayuso, Manuel Mora Serrano, René del Risco, Miguel Alfonseca, Antonio Lockward, Carlos Esteban Deive, Héctor Díaz Polanco, Ramón Francisco y otros.
Los temas: “La generación del 48”, “El vedrhinismo”, “El postumismo”, “La poesía sorprendida” y “Los independientes del 40”.
Así, a mitad de los debates, pedimos la palabra. Pero, los moderadores, Yaqui Núñez del Risco y Juan José Ayuso, me desdeñaron. Me evadieron. Me ignoraron. Una y otra vez.
Era obvio que había algo raro en el ambiente.

Y en un receso, se me acercó Ivelisse Prats Ramírez (hoy, de Pérez):
–Jimmy, sobre ustedes hay un rumor feo. Dicen que el MCU trajo un panfleto contra la universidad. Y contra sus profesores y estudiantes. Es por eso que no te dejan hablar.-

Ahí lo comprendimos todo. Nos retiramos en silencio. Y esa noche, reunidos en el pequeño patio interior del hotelito, urdimos la estratagema: en lugar de yo, serían otros los que pedirían la palabra para, sorpresivamente, cedérmela a mí.
Así, al día siguiente, al empezar los debates y abrirse el momento de las preguntas, luego de otros contertulios, le dan un turno a Rafael Tapia, miembro de la Sección de Teatro del MCU. Pero este, en lugar de cederme la palabra, hace varias preguntas superficiales.

El ambiente sigue tenso. Otros intervienen. Y, entonces, le dan la palabra a Domingo de la Cruz (Manito), el secretario de organización del MCU.

-Muchas gracias –dice- y, a seguidas, sin preámbulos, añade: me permito ceder mi turno al compañero Jimmy Sierra.
Ya me he levantado y al escenario asoma el estupor. El miedo. La turbación. La duda… Y la consternación.

Y comencé, más o menos, así: “El Movimiento Cultural Universitario ha venido a este recinto sagrado, enclavado en el mismo corazón del país, a rendir tributo a uno de los mayores símbolos de la enseñanza en la República Dominicana: la Universidad Católica Madre y Maestra. Nos inclinamos con todo respeto ante sus profesores, que siembran día a día el pan de la enseñanza en los terrenos más fértiles y prometedores: la juventud del Cibao. Traemos, asimismo, un saludo afectuoso para todos sus estudiantes, pero de manera especial, inclinamos nuestras banderas ante las dignas autoridades de esta UCMM, que trazan el camino esplendoroso por donde se mueven tantos sueños, navegan tantas esperanzas y, como palomas libres, vuelan tantas quimeras”.

Luego, puse en perspectiva el compromiso, sentando en el banquillo al arte por el arte. Cité, después, fragmentos del poema del propio Juan José Ayuso, que se refiere al francotirador gringo Douglas Lucas, que mataba desde Los Molinos a todo el que se movía por la zona constitucionalista, durante la Revolución de Abril de 1965 y que, se dijo luego, habría sido ajusticiado en Vietnam.

A continuación, pasé al poema “Canto triste a la patria bien amada”, frente a frente a su autor, el poeta Héctor Incháustegui Cabral, quien lo publicó en plena tiranía de Trujillo y que, sentado ahora en la mesa principal, presidía el encuentro. Y recité este fragmento: “Mientras el hombre tenga que arrastrar /enfermedades y hambre, / y sus hijos se esparzan por el mundo/ como insectos dañinos… extraños en su tierra…”.

Fue después de esto cuando expliqué el “Manifiesto de Santiago”.
Cuando terminé vino un aplauso estruendoso.
Entonces, Carlos Federico Pérez, furibundo, dijo: “Eso no está en el programa. Y, por ello, no debe permitirse”.
Ahí fue enfrentado por Juan José Ayuso, quien sentenció: “La UCMM no tiene ninguna objeción a que los que quieran firmar ese documento lo hagan. Y deja en libertad a cada uno para hacerlo o no. Damos ahora un receso. Y yo seré el primero en firmar”.

Abelardo Vicioso cuenta que, a continuación, casi todos dieron su firma: “De los presentes sólo cinco dejaron de darla” (Revista ¡Ahora!, No. 288, 19 de mayo, 1969, página 68).

Sé que alguien fue puesto en jaque y me he sentido muy mal por todo aquello. Y, seguramente, al terminar el evento y decir el adiós, hubo de fingir una sonrisa. A él, o a su memoria, le ofrezco mis disculpas. Mas, debe entenderse que entonces nos negaban la paz y teníamos que hacer la guerra. Y, a pesar de eso, cerrábamos las puertas al odio y levantábamos el amor como bandera. Por eso, cuando quiero seducir la fantasía miro hacia el pasado: toda la fuerza viene de allí.

Recuerdo esto de aquel día: Brinella Fernández saltó de su asiento para decirme: “Si no estuviera casada te diera un beso”. (Era la esposa de mi amigo Héctor Díaz Polanco).
También que, al otro día, oí a Tiberio Castellanos por HIN, que siempre comenzaba su programa con un fragmento de un poema de Ayuso: “Pasa Jacques Viau montado en una estrella/ junto a los helicópteros por el cielo invadido… abriendo un surco claro para que el sueño quepa”.

Y, finalmente, que esa noche en “Mil serenatas”, ponían el hit de San Remo de ese año: “Cuando el amor se convierte en poesía”:

Yo puedo decirlo. Yo estaba allí.

El Nacional

La Voz de Todos