La República Dominicana es de las naciones con menor presión fiscal de toda Latinoamérica, limitándose ésta a un pírrico 13.1; mientras Brasil tiene un 34.3 por ciento, Argentina 31.6, Bolivia 22.6 y Cuba 21.2.
Nuestro país necesita urgentemente una reforma fiscal que corrija las distorsiones económicas. Pero a la penosa realidad de no pagar impuestos de amplios sectores, se le agrega que estamentos poderosos mantienen una campaña constante en contra del Estado dominicano y los gobiernos exigiendo multimillonarias inversiones en diferentes renglones, desentendiéndose y sin sentirse aludidos al momento fortalecer la cultura del pago de los impuestos justos, para que la nación pueda lograr la consolidación fiscal como paso para su desarrollo.
Ya es tiempo de que toda la sociedad haga conciencia de que los desequilibrios que nos impiden crecer a tasas mayores son causados por la negativa a tributarle al Estado. Se pide a los gobiernos la disminución de sus gastos, cosa a lo que los gobiernos han accedido, pero obviándose la carga impositiva de justicia que cada quien tiene que pagar, todo eso a pesar de que el gobierno es el principal dinamizador de la economía nacional.
Para que el gobierno pueda lograr su consolidación fiscal hay que pagar impuestos. Para que las autoridades puedan cumplir con sus programas sociales y educativos, es imperativo el cobro de impuestos.
Pero ese impuesto no puede ser solamente el del consumo, sino que es indefectible que veamos como un deber darle al Estado lo que por equidad le corresponde. Y esa responsabilidad reposa principalmente en los sectores que más riquezas tienen.
Una reforma fiscal integral, justa y necesaria, es sine qua non, ya que nos permitiría un gobierno con recursos para las grandes tareas sociales que tiene por delante.
