Opinión

Precandidatos al por mayor

Precandidatos al por mayor

La confusión es generalizada. Profesionales y no profesionales, aspirantes a ser nominados a cargos electivos por sus respectivos partidos, con mucha frecuencia confunden las precandidaturas, con lo que son propiamente las candidaturas. No es lo mismo una cosa que la otra.

 Un precandidato es un pretendiente a la candidatura. Es después de la realización de las convenciones primarias internas de los partidos cuando los aspirantes que resulten ganadores pueden proclamarse o llamarse candidatos.  Pero, entrando de lleno a la coyuntura electoral actual, no recuerdo haber presenciado antes un torrente de aspirantes a posiciones electivas, como ahora.

 Todos los extremos son malos. Tan malo es la sequía o escasez de aspirantes a senadores, diputados, síndicos y regidores; como la sobreabundancia y exageración de buscadores de los cargos.

 Yo no sé si alguien se ha ocupado de contabilizar el número de aspirantes por cada partido. La realidad es que se trata de una hemorragia de aspiraciones, que pueden tener dos significados.

Uno de ellos es que la democracia dominicana se ha fortalecido y que la ciudadanía se ha empoderado del derecho de elegir y ser elegido. El otro significado es que la democracia nuestra se ha cualquierizado y la gente entiende que el desempeño de los puestos públicos es muy rentable, y, peor que eso, que para alcanzar los puestos solamente basta con tener dinero.

 Lamentablemente, me inclino por el segundo significado. El ejercicio de la política en nuestro país, se ha degradado. Hay nombres y rostros de ciertos candidatos, que nadie  conoce y que nunca antes han exhibido un solo acto que les vincule a la comunidad que aspiran representar. El mayor riesgo es que, como su único soporte es el dinero, nadie conoce cuál es su procedencia.

 El Congreso Nacional y los Ayuntamientos del país son dos Poderes del Estado, cada vez más decisivos. Los votantes deben hacer conciencia de la importancia de sus votos, y darse cuenta de que cualquier traspiés puede producir un descalabro a la democracia.  

 Entre tantos aspirantes, hay buenos, malos y peores. Un buen candidato debe, como condición sine qua non, tener buenos antecedentes y haber demostrado en algún tramo de su vida cierto interés por la sociedad en la que vive. Hay que rechazar  precandidatos y candidatos hechos a vapor.

 Cuidémonos de los precandidatos con mucho dinero y poco juicio. Andan detrás de los cargos con fines inconfesables.

El Nacional

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