Opinión

PRECISAMENTE

PRECISAMENTE

El tablero de las opciones que ofrece la civilización, incluye la oportunidad del dialogo de todos con todos y en todos los niveles, permite un intercambio y con eso un enriquecimiento colectivo. Cuando esta apuesta ha resultado perdedora, no podemos pretender continuar la partida sin profundas rectificaciones, sobre todo en modos de conducta de personas que exhiben una actitud indeseable de megalomanía, porque ignoran que vivimos un mundo plural,  que exige respeto reciproco.

Para ponernos de acuerdo, e incluso poder hablar, debemos aprender a escuchar a los otros y a construir un lenguaje común en el que nadie tiene el monopolio ni podrá creerse superior… Eso es arrogancia.

La arrogancia es un concepto unilateral y debilitador, por cuanto, además de estar dirigido, a menudo, por el miedo, incapacita ante las fuerzas consideradas negativas: compuestas por fantasías catastróficas, sobre todo cuando se confunde la posesión de algún dinero. Este fracaso, que afecta la calidad de vida que otorgan la moral y la integridad, se puede atribuir a un comportamiento de formación inadecuada que a su vez, impide el disfrute que brindan esos valores incuestionables.

Así, las cosas son más complejas, ‘’los recursos del mundo’’ no están igualmente distribuidos, existen demasiadas desigualdades. De hecho, a la menor conmoción de la arrogancia; se producen movimientos de pánico, cuyo origen, como en los cuentos de Kafka, es muchas veces desconocido, al pasar de una cultura policéntrica a la confianza de un solo centro, ‘’la arrogancia’’, en la más mínima vacilación de este centro, conduce a la incertidumbre. Aquí hablo de las grandes interrogantes, de los enigmas, que resumo a una simple pregunta…

¿Es necesaria la insignificancia humana?

La existencia del individuo trasciende sin la confusión que acarrea la arrogancia, esta no da bienestar, sino que repercute creando miseria espiritual.

El Nacional

La Voz de Todos