Opinión

PRECISAMENTE

PRECISAMENTE

El mundo contemporáneo juega a la descomposición, es reflejo brutal de antivalores. Algunos dicen ”hay que ser de la época”. Pregunto: ¿Y si la época se equivoca? Creo que el juego es como un virus que se transmite hasta destruir actitudes y escalas de valores.  Y… esto que me genera incomodidad, es porque la familia está cambiando y no es de manera satisfactoria en algunos casos.

La familia es la institución más antigua de la Tierra, y con certeza, realiza el rol más importante de la sociedad humana.

Hay que admitir la actual crisis familiar, se viven tiempos críticos. A veces, inmanejables. Este es un mundo caracterizado por una pérdida de valores; en ocasiones, conductas insustanciales y un gran derrumbe moral que nos ahoga e impide que la educación de los hijos alcance buenos niveles de calidad de vida en las distintas etapas de su desarrollo.

Sin los valores, es imposible la convivencia; la familia debe transmitir a sus miembros verdaderos valores, como tolerancia, justicia, libertad, honestidad, respeto, igualdad, autoridad, identidad, democracia, responsabilidad, solidaridad, paz, amor, y el estado de derecho. Así, la participación consciente de los hijos estimula la formación de actitudes y hábitos, con el propósito de posibilitar una acertada vida social en la búsqueda de fortalecer la educación integral.

Naturalmente, se necesita considerar las condiciones reales del entorno sociocultural. Es determinante crear un ambiente de armonía y comprensión, que supone sinceridad a través del respeto de la jerarquía de los padres y el mismo respeto a la dignidad de los hijos. Cualquier proyecto padre-hijo, implica superación de dificultades y obstáculos. Es cuestión de sentido común para vencer barreras.

La vida en familia, permite capacitar para responder a los compromisos de una sociedad, ayuda a descubrir las potencialidades del ser, valorar la existencia y cooperar a la obra creadora de Dios.

El Nacional

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