por: César Pichardo
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De esto les hablo…
Lo que importa es la apariencia, el espectáculo, no lo que ocurre sobre el terreno, excepto en la medida en que lo que sucede sobre el terreno abra camino hacia la puesta en escena. La diferencia entre apariencia y realidad, es el carácter teatral que se aplique de la política, siempre a conveniencia en el manejo de las debilidades de esta sociedad vulnerable donde el poder significa la capacidad de influir en otros, de controlar los acontecimientos en lugares diferentes al imponer nuestra voluntad sobre los demás, pero en la práctica no es así, el poder del individuo depende de un cerebro bien amueblado y eficaz con buen sentido de discernimiento y el uso adecuado del libre albedrío en un ser integro, porque impide cualquier influencia que pudiera trastornar las percepciones propias. Sin embargo, sabemos que hay que adecuarse al mundo que habitamos, un mundo que ha cambiado.
Y cuyas tecnologías lo ha transformado, sean cuales sean las consecuencias. Comenzaré por describir que ha cambiado… sin apresurarme a profundizar; subrayaré, en particular. El cambio del sentido que ahora tiene la sociedad, en el contexto de lo relativo. Se vive la ruina del desamor tras una carencia de afectividad.
Es inexplicable que los códigos morales están extraviados o en vía de extinción. Somos fábrica de seres humanos en serie, casi robotizados, con un lenguaje de repetición mediocre que se caracteriza por su diversidad. Es una subcultura de anti modelos que nos hace caer fácil en una riada sin criterio de fondo. Y, esa forma hueca colabora con un proceso paulatino de involución o ”Embrutecimiento”, aunque la expresión suene dura, ¿será esta la realidad que vivimos?
