Opinión

Presencia económica

<P>Presencia económica</P>

Serios nubarrones se encuentran situados sobre el territorio monetario-financiero de  la Unión Europea (UE) debido al astronómico endeudamiento público de países miembros de la Zona Euro.

 La deuda de Grecia –que supera ya el 150 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB) ha vuelto a despertar sobre el panorama financiero europeo la posibilidad real de que algunas economías tengan que abandonar el euro para refugiarse en sus propias monedas.

 Ya está sobre el tapete la posibilidad de que el gobierno griego proceda a solicitar la reestructuración del pago de los bonos soberanos helenos, declarándose así en imposibilidad de pago. Naturalmente, semejante  posibilidad constituiría un mal precedente dentro de la unión monetaria europea.

 Wolfgang Schäuble,  ministro de finanzas de Alemania, sostiene que la cesación de pagos de Grecia tendría un impacto más grave que la caída de Lehman Brothers, que situó al sistema financiero internacional al borde del colapso, pues “no hay precedentes de un país que haya suspendido pagos dentro de una unión monetaria”.

 Conviene recordar que poco antes de caer atrapado por la vorágine mediática desatada tras un sonado caso de acoso sexual el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, advirtió al mundo que  la situación económica global todavía es “frágil y desigual” y afronta una “gran incertidumbre”.

 Cierto: nada resulta tan preocupante para los hacedores de políticas  públicas de las principales economías europeas como la notoria incapacidad de pago de sus obligaciones financieras externas de Grecia, España y Portugal, para sólo citar los casos más relevantes del confuso panorama monetario-financiero  de la  Unión Europea.

 Hay quienes plantean la necesidad de reformular la Zona Euro para sólo otorgar la calidad de miembros a las economías más estables y cercanas al cumplimiento de las exigencias del Tratado de la Unión Europea (TUE), firmado en Maastricht, Holanda, el 7 de febrero de 1992, el cual entró en vigor el 1 de noviembre de 1993.

 Una reestructuración de la deuda griega no mejoraría sino que empeoraría la crisis de deuda de la zona euro, al decir de economistas vinculados a la estructura dirigencial de la Unión Europea.

Pero lo cierto es que la noticia de que Grecia necesitará un segundo plan de rescate un año después de aprobarse un rescate de 110 mil millones de euros ha vuelto a poner los nervios de punta a los mercados y a los propios socios de la moneda única europea. A todo lo dicho se agrega el deterioro económico-político de España.

Grecia y España, eslabones débiles de la cadena financiera europea, requieren de oxígeno económico comunitario. Pero en verdad los contribuyentes de los países con mayor fortaleza financiera (Alemania y Francia) no ven con buenos ojos la creciente transferencia de dinero hacia las economías más endeudadas de la Zona Euro.

Pero el proceso de globalización financiera obliga al rescate financiero de Grecia, España, Portugal y otros que se agregarán a la lista, pues una cesación en el pago de sus obligaciones externas arrastraría al conjunto de la Unión Europea  hacia el colapso de la Zona Euro, con sus correspondientes repercusiones mundiales.

El Nacional

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