Opinión

Presencia economica

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POR: Daniel Guerrero
guerrerodanielus@yahoo.com

El negocio del gas
La crisis económico-política de Ucrania abre un escenario comercial añorado por Washington: el aumento de las exportaciones de gas natural licuado (GNL) hacia el mercado europeo en perjuicio de los intereses económicos de las empresas rusas dedicadas a la explotación energética. Se trata de un objetivo geoeconómio estratégico.  Los oleoductos ucranianos transportan aproximadamente el 80% del gas de Rusia, proveedor del 35 por ciento del consumo de la Unión Europea. Estonia, Finlandia o Lituania dependen casi exclusivamente del gas ruso, mientras que para Alemania, que es el principal comprador, supone el 24% de sus importaciones.

Por eso la Unión Europea (UE) se muestra cauta ante el abanico de sanciones económicas y políticas que está aplicando Estados Unidos a Rusia, mostrándose más activa en la búsqueda de una salida diplomática al conflicto en la frontera ruso-ucraniana. Y es que las recientes movilizaciones de tropas estadounidenses en Polonia agregan más tensiones político-militares en la región de Europa central.

Con sobrada razón el ministro de Relaciones Exteriores de España, José Manuel García-Margallo ha expresado: “No me quiero imaginar la situación económica de Ucrania si Rusia decidiese cortar o simplemente subir el precio del gas del que depende la industria”.

Y en cuanto a Estados Unidos -que pretende desempeñar un papel protagónico en una región distante de su geografía, pero cercana en sus intereses geopolíticos- sostenemos que está cometiendo un grave error estratégico al contribuir a la desestabilización política en Ucrania y estimular las sanciones a Rusia sin tomar en cuenta los hilos invisibles que atan a las economías europeas al poder energético de Moscú.

Estados Unidos quiere venderse como el sustituto de Rusia en materia del suministro energético a los países europeos mediante el incremento de las exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL) al llamado Viejo Continente. Pero la UE carece de las infraestructuras necesarias para procesar esa forma líquida del gas natural.

Se estima que la instalación de las plantas de licuefacción (que es el proceso mediante el cual se condensa el gas natural a una temperatura de 160 grados centígrados bajo cero para transformarlo a un estado líquido que haga viable su transporte marítimo) tiene un costo ronda los mil o dos mil millones de dólares.

Pero hay más: en tanto que una planta de regasificación (para convertir el gas natural líquido o licuado a su forma original) ronda los 500 y 1000 millones de dólares y su instalación requiere del paso del tiempo. No se construye en lo que pestaña un pollo de granja, como reza expresión del refranero popular.

Además, los procesos de instalación de esas plantas y la creación de redes de comercialización marítima desde Estados Unidos toman su tiempo. Y la Unión Europea (UE) no puede esperar que el suministro de gas le llegue a tiempo desde el lejano océano Atlántico.

No obstante los precios del GNL norteamericano son muy atractivos y en los últimos meses se ha incrementado la cantidad de contratos concertados con empresas de China, Francia, Chile y Japón, entre otros países.  Así lo ha dicho el presidente Barack Obama: “Una vez tengamos el acuerdo comercial con la UE, las licencias de exportación para gas natural estadounidense licuado para Europa serán mucho más fáciles”. Más claro de ahí, ni el agua.

El Nacional

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