Opinión

Presencia economica

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Sabor a PBI

¿Es correcto utilizar el Producto Interno Bruto (PIB) sólo como un medidor del crecimiento económico en un país, dejando de lado su impacto en la distribución de la riqueza y el desarrollo social? ¿Basta con alcanzar buenos niveles de aumento de la riqueza material para que la sociedad logre registrar puntos positivos dentro de la escala del Índice de Desarrollo Humano (IDH) concebido por el pakistaní Mahbubul Haq (1934-1998) y adoptado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde el 1990? Al decir del indio Amartya Sen, Premio Nobel de Economía 1998, el desarrollo humano, como enfoque, “se ocupa de lo que yo considero la idea básica de desarrollo: concretamente, el aumento de la riqueza de la vida humana en lugar de la riqueza de la economía en la que los seres humanos viven, que es sólo una parte de la vida misma”.

Entonces, ¿es correcto afirmar que existe una relación directa entre crecimiento económico y desarrollo social? El PIB expresa el valor medido en dinero de todos los bienes y servicios producidos por una economía dentro de un período determinado, generalmente un año. Y aunque ha ganado aceptación general dentro de la literatura económica internacional el PIB no revela realidades sociales sustanciales que se manifiestan a través de la distribución de la renta y el acceso a necesidades esenciales para el ser humano, tales como alimentación, salud, educación, vivienda, transporte, agua… Por eso hay que cuidarse de exaltar al reino de los cielos el uso del PIB como indicador único y suficiente para predicar los puntos luminosos del crecimiento económico sin analizar cómo se alcanzó éste o cual ha sido su impacto en el desarrollo social, en el mejoramiento de la calidad de vida de los hombres y mujeres que conforman una sociedad.

Apostar sólo el crecimiento del PBI postergando su impacto en el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad es un grave error, toda vez que la medición cuantitativa (en dinero) de los bienes y servicios que produce una economía en un período podría esconder la neblina de las desigualdades y las exclusiones sociales. Porque el PIB no mide el beneficio de la actividad económica, sino el coste de las actividades que ofrecen productos y servicios a cambio de dinero facilitando determinar la magnitud de una economía y proyectarla en el tiempo, pudiendo compararse momentos de avances y retrocesos en la historia productiva, comercial y financiera de uno o varios países.

Otra cosa: la Organización de las Naciones Unidas (ONU) incurre en una injusticia distributiva cuando toma en cuenta el PIB como indicador económico base para definir las prioridades y necesidades en materia de cooperación internacional, pues éste expresa un promedio que no muestra las diferencias clasistas que existen al interior de un país. Es así como se crea la trampa de los países de renta media.

Porque definitivamente el crecimiento económico medido a través del PIB sólo debe verse como un medio para llegar al verdadero fin de la economía: la búsqueda del mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto, poniendo el acento en los sectores sociales más deprimidos del universo humano.

El Nacional

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