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Presencia economica

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Los intereses cruzados

El Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) podría ser el tratado comercial más grande de todos los tiempos al sumar 12 países ubicados en tres continentes – América, Asia y Oceanía- que concentran alrededor del 40 por ciento del PIB mundial, el cual supera los 74 billones de dólares.

El documento constitutivo del TPP se remonta al 2005 cuando Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, países con economías pequeñas y dinámicas, acordaron unir voluntades para crear un nuevo espacio de intercambio económico, agregándose más adelante Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Perú, Vietnam y Estados Unidos.

En el 2009 el presidente Barack Obama expresó el interés de EE.UU. de integrarse a las negociaciones del TPP. Desde ese instante la agenda de negociaciones comenzó a girar alrededor de la agenda económico-política norteamericana en la región Asia-Pacífica.

Con sobrada razón, el secretario general de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), Carlos Álvarez, en el marco del seminario internacional “El TPP y la integración Latinoamericana” celebrado en Montevideo, capital de Uruguay, el 30 de octubre del pasado año afirmó: “Un nuevo orden mundial se está configurando y tiene a los Estados Unidos y a China disputando el liderazgo”.

Pero más allá de los intereses económicos de los países que están negociando la agenda temática del TPP se encuentran los que corresponden a los Estados subdesarrollados que han suscritos tratados de libre comercio ya con Estados Unidos, Japón o China que también con economías pequeñas y que no gozan de buena inserción dentro de la economía mundial, los cuales tratan de evitar los posibles efectos que podrían recaer sobre sus respectivas economías en caso de aprobarse el mega-acuerdo tricontinental en los términos en que está siendo negociado.

Así, para las economías centroamericanas y caribeñas, dentro de las cuales se encuentra la dominicana, el TPP podría dejar sin efecto los beneficios consignados en el DR-CAFTA debido a una flexibilidad planteada para las normas de origen en materia de insumos (tejidos) de la industria textil facilitando que los países miembros puedan adquirir los mismos en China y Vietnam.

Para los países sudamericanos el TPP podría afectar su capacidad competitiva en materia de producción agropecuaria, así como en el área de la propiedad intelectual que podría limitar los avances en las innovaciones tecnológicas favoreciendo más que nada a la grandes empresas transnacionales con controlarían por más tiempo los conocimientos para hacer las cosas o el knowhow.

Se impone reforzar los esfuerzos integracionistas entre las economías latinoamericanas y caribeñas, así como seguir apostando a las negociaciones comerciales multilaterales en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para resistir los embates de un mega-acuerdo tricontinental al estilo del TPP.

Por eso nunca será suficiente sostener que el TPP colocaría a Estados Unidos de espaldas a intereses comerciales latinoamericanos y caribeños regulados ya por tratados de libre comercio todo a cambio de penetrar más en los esquemas de integración asiáticos con el objetivo estratégico de restarle espacio a la presencia de China.

El Nacional

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