Opinión

Presencia economica

Presencia economica

Daniel Guerrero 

Costumbre del déficit

La existencia del déficit público (sin importar su magnitud) suele ser considerado como un pecado capital en las ejecutorias gubernamentales, conclusión que resulta equivocada si se hace una correcta interpretación del origen y permanencia de los números rojos dentro del desempeño de la gestión presupuestal.

Cuando los gastos del Estado superan sus ingresos durante el ejercicio económico de un periodo determinado (un trimestre, un semestre o todo un año) entonces aflora el déficit público, pero eso no quiere decir automáticamente que el mismo constituye un factor adverso para el buen desempeño de las actividades productivas, comerciales y financieras. Porque un déficit público no es malo por el sólo hecho de su existencia.

Puede ocurrir que la economía de un país se estaría comportando de una manera lenta, con aires de estancamiento a nivel de la oferta (venta) de bienes y servicios o de recogimiento de la demanda (consumo) y entonces se haría necesario que el Estado gaste más dinero para que los diversos agentes económicos (las familias y las empresas, entre otros) perciban ingresos para ser destinados a mover la economía.

Hay que tener muy en claro lo siguiente: Todo gasto supone un ingreso. Eso quiere decir que ante la presencia de un déficit público hemos de asumir que el sector privado capta dinero favoreciendo su capacidad de ahorro y de consumo. Y es que todo gasto del Estado suele generar un ingreso para las empresas y personas que concurren al mercado en busca de bienes y servicios. Eso podría parecer una herejía económica, pero es una verdad irrefutable. ¿Quién lo niega?.

Claro, lo ideal sería que el Estado logre el equilibrio entre los ingresos y los egresos, pero en el mundo sólo existen países con déficits públicos y países con superávits. Y ocurre que sobre un universo de unas 187 economías, no más de 30 países registran un saldo favorable entre sus ingresos y gastos.

Para comprender mejor el citado fenómeno se debe tener muy en cuenta el nivel del Producto Interno Bruto (PIB), el cual constituye un indicador económico que se emplea para medir el valor en dinero de los bienes y servicios creados dentro de una economía determinada.

Las estadísticas del mundo revelan que la existencia del déficit público constituye la norma dentro del desempeño financiero de los países. Incluso en países como los integrantes de la Unión Europea se ha reconocido la vigencia de un nivel deficitario del 3 por ciento como tope para una buena gestión presupuestal.

Pero sucede que en no pocos casos esa cifra (adoptada de manera arbitraria y sin ningún criterio científico) ha sido incumplida. Por ejemplo, los gobiernos europeos han hecho de los déficits públicos un cero a la izquierda dentro de la normativa del denominado Pacto de Estabilidad y Crecimiento de los países comunitarios, pues no está en ellos lograr en todos los casos el control del gasto respecto de los ingresos.

En la práctica, la existencia del déficit público expresado a través de un mayor gasto de dinero respecto de su nivel de ingreso ha de concebirse como un instrumento de política económica. Y es que carece de fundamentación científico-técnica afirmar que todo déficit público es lesivo para la dinámica económica de un país, mientras que la acumulación de superávit público constituiría una bendición para la buena marcha de las actividades productivas, comerciales y financieras de un país. Todo es relativo.

El Nacional

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