Opinión

Presencia económica

Presencia económica

Daniel Guerrero 

Empuje tecnológico

Las aplicaciones de cambios tecnológicos no sólo ganan terreno en el mundo de las telecomunicaciones y la internet satelital, sino que han devenido en actores de la economía mundial al suministrar las infraestructuras e instrumentos necesarios para impulsar las actividades productivas, comerciales y financieras.

El pensador alemán Klaus Schwab (fundador del Foro Económico Mundial creado en 1971 en la ciudad de Davos, Suiza, en el que se reúnen importantes empresarios, dirigentes políticos, intelectuales y comunicadores para reflexionar acerca de la marcha y retos de la economía global) acuñó el término cuarta revolución industrial (4RI) para hacer referencia a “la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital”.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) ha prestado la debida atención a lo expuesto en el párrafo anterior al investigar el impacto de los cambios tecnológicos sobre el empleo y el comercio, haciendo énfasis en “las consecuencias para los trabajadores y las empresas de los ajustes derivados de dichos cambios, así como a los desafíos para los gobiernos en su objetivo de facilitar los ajustes incrementando al mismo tiempo el impacto de la apertura comercial y del progreso tecnológico”.

Es evidente que la calificación de la mano de obra es un componente importante para dar el salto a un mejor uso de los avances tecnológicos aplicados tanto a la esfera de la economía real (la producción de bienes y servicios) como en la esfera de la circulación (el comercio) lo que impactaría favorablemente en el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores y en mejores ingresos para empresarios.
Está comprobado que el cambio tecnológico podría reducir puestos de trabajo, reduciendo los costes de producción, pero, además, podría ser una vía para el aumento de la capacidad productiva, incidiendo también en la escogencia de más trabajadores calificados. Todo lo expuesto revela la posibilidad real de que los avances tecnológicos aplicados al proceso de producción de bienes y servicios se traduzcan en resultados contradictorios en la esfera laboral.

Una mayor dotación de recursos tecnológicos podría situar a una economía específica en mejores posibilidades de aumentar su capacidad productiva, tanto en cantidad como en calidad, lo que se reflejaría en un incremento del crecimiento a través del Producto Interno Bruto (PIB), el cual expresa el valor medido en dinero de los bienes y servicios que se generan dentro de un período determinado, generalmente un año. Eso suele revelarse más en el mundo desarrollado.

Las bondades de los cambios tecnológicos no son excluyentes de los países subdesarrollados a pesar de que, por ejemplo, en países latinoamericanos y caribeños la aplicación de los impostergables cambios tecnológicos en las actividades productivas, comerciales y financieras suele generar oposiciones gerenciales bajo el pretexto de que, por ejemplo, “ese proceso productivo siempre se ha hecho de esa manera y no hay razón para ensayar con nuevas modalidades tecnológicas”.

La oposición a los cambios tecnológicos suele provenir también de algunos autoproclamados representantes el sector laboral los cuales tienden a cuestionar cualquier innovación tecnológica que demande una mayor calificación de la mano de obra.

Hay que ser receptivo al impacto de la globalización tecnológica y asimilar su influencia en la producción y distribución de los bienes y servicio que demandan los consumidores nacionales y del resto del mundo.

El Nacional

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