Opinión

PRESENCIA ECONOMICA

PRESENCIA ECONOMICA

Durante la gestión del francés Dominique Strauss-Kahn como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) desde el 1 de noviembre de 2007 hasta mayo de 2011 se dieron a conocer documentos en los que se ponía en evidencia “errores” de cálculo sobre el comportamiento de la economía mundial.

En efecto, se recordará  que poco antes de que en el verano del año 2007 estallara la crisis inmobiliaria norteamericana, y que posteriormente desató una  destructora tormenta financiera sobre el globo terráqueo, el FMI ofrecía sus acostumbrados informes sobre el desempeño  de la economía mundial sin olfatear, sin imaginarse siquiera lo que se le venía encima tanto a los países industrializados como a los subdesarrollados.

Cierto: tres meses antes de que el señor Strauss-Kahn renunciara abruptamente de su elevado cargo en el FMI a raíz del escándalo sexual en que se viera envuelto, la Unidad Interna de Evaluación Independiente (IEO, por sus siglas en inglés) reconocía que al organismo internacional se le hizo imposible prever el advenimiento de la Gran Recesión que estremeció los cimientos de la economía mundial durante el período  2008-2009.

En ese reconocimiento de que el estallido de la crisis económica mundial no había sido previsto por sus técnicos, el FMI aceptó que esa equivocación se debió  al   “elevado nivel de pensamiento uniforme, la captura intelectual y en general a la percepción de que una gran crisis en las grandes economías avanzadas era improbable”.

Pero, ¿a qué se podría atribuir ahora el “error” en que incurrió el FMI al hacer cálculos incorrectos respecto del impacto de la rígida política de austeridad fiscal aplicada en la Unión Europea (UE) dizque para reducir a su mínima expresión el astronómico endeudamiento público acumulado durante la Gran Recesión y que, por el contrario ha frenado el crecimiento económico e incrementado el desempleo y la crisis político-social en los países europeos?

Recientemente el señor Olivier Blanchard, quien funge como economista jefe del FMI, reconoció que los técnicos del organismo se habían equivocado al calcular el impacto de la excesiva reducción del gasto público en los países de la UE. Ocurre que esa política fiscal contractiva ha profundizado la caída del crecimiento económico y, por vía de consecuencia, el aumento del desempleo, las perturbaciones político-sociales y la inminencia de una nueva recesión.

Y ahora ocurre que el FMI se hace una especie de mea culpa (locución latina que significa “por mi culpa”), es decir, una confesión de que los daños económicos, políticos, sociales y psicológicos  que han sufrido millones de seres humanos residentes en Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, entre otros países europeos, se deben a la aplicación de rigurosa austeridad fiscal exigida a los gobiernos de la eurozona.

El FMI, a través de su principal economista –el señor  Blanchard- lo ha dicho de manera precisa: “Hemos estado equivocados”. Cierto, sorprende esa inusual sinceridad del controversial organismo crediticio multilateral, toda vez que durante los últimos treinta años sus técnicos han viajado por el mundo llevando en sus portafolios las tradicionales “propuestas” de ajuste macroeconómico.

El Nacional

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